Sobre el mar y el desierto

Analine Cedillo

Agencia Reforma

CABO SAN LUCAS, Baja California Sur .- La ligera sensación de vértigo que el cuerpo experimenta mientras se eleva por encima de la lancha en mar abierto, se disipa rápidamente conforme se está más cerca del cielo. En silencio.

A casi 200 metros de altura sobre el mar de Cortés, quienes practican parasailing se regalan una vista área que, parafraseando al japonés Haruki Murakami, se antoja recortar y fijar con alfileres en la memoria.

Libres del sonido del motor, del romper de las olas y las risas de quienes juegan en la playa del Médano, los viajeros se concentran en contemplar desde otra perspectiva el famoso Arco que protagoniza la formación rocosa conocida como Fin de la Tierra, la última porción de la península de Baja California.

Otras lanchas en altamar lucen pequeñitas, el azul oceánico parece más profundo y en el horizonte de la costa sobresalen algunos hoteles.

El tiempo pasa más rápido de lo que se desea y tras 10 minutos de vuelo, los pasajeros son traídos nuevamente a la lancha. El aterrizaje, como el despegue, es increíblemente suave.

A medio camino entre San José del Cabo y Cabo San Lucas está el parque de aventura Wild Canyons, que además de tener un circuito de ocho tirolesas para sobrevolar el cañón del Tule, reta a los intrépidos a cruzarlo sobre un puente colgante de madera, a bordo de vehículos todo terreno o ATVs.

El llamado Los Cabos Canyon Bridge presume ser el puente más largo del mundo para ser cruzado por peatones y cuatrimotos: mide 330 metros de longitud, dos metros de ancho y está a 50 metros del suelo en su punto más bajo.