Columna Cultural

Por Rita Wirkala

El canto

Un pájaro despertó

a mi niño hoy temprano.

Yo salgo a regañarlo,

a la lluvia del verano.

¿Puedes, pajarito, callarte?

¡Mira este alpiste en mi mano!

Le silbo bajito al árbol

que frente a mi ventana

abriga al autor del canto

y lo oculta entre sus ramas.

¿Quieres, pájaro, escuchar

a quien de abajo te llama?

La araña en hilos que flotan

de su trabajo etéreo

tendió su telar de gotas

de una rama del cedro.

¿Por qué, pajarito, no vienes

a ver su tejido aéreo?

Y ya paró de llover:

el sapo croa en la laguna.

La luna salió a encender

las gotas de una en una.

¿Por qué no vienes a ver

el arco iris de luna?

Pícaro pajarito,

¿Dónde te has escondido?

¿De dónde viene ese grito

que asusta al niño dormido?

Ni mano, ni voz, ni alpiste,

ni tejido de rocío,

ni el arco iris que viste

el cielo azul del estío

te pueden hacer salir

de tu escondite en el nido.

Un poema entrego al viento

en vocablos rumorosos,

y al aire le encomiendo

llevarlo al árbol frondoso. ¿Podrá el pajarito ahora

oír mi verso quejoso?

Pájaro, pajarito,

¿dónde te has escondido?

¿De dónde viene ese grito

que asusta al niño dormido?