Detrás de una chingona

Por María de Lourdes Victoria

Seguro han escuchado el refrán que dice “Detrás de un gran hombre hay una gran mujer”.

Una frase trillada que, lejos de ser un piropo para las mujeres, es otro ejemplo del estereotipo de géneros que coloca al hombre como protagonista, y a la mujer como personaje secundario. Es verdad que la luz de la cámara gira y brevemente ilumina a la figura femenina detrás del telón. Pero el actor principal del escenario sigue siendo el hombre.

Cuando colocamos a la mujer detrás de hombre, devaluamos su mérito. Su aportación queda catalogada como una “ayuda” al éxito obtenido, y no como “la causa” del mismo. Michelle Obama nos platica una anécdota que ilustra este punto: un día, cuando cenaba con su esposo Barack, se le acercó el dueño del restaurante en donde cenaban. Platicaron largo y tendido, y cuando por fin se fue, Michelle le explicó a Barack que aquél hombre había sido su novio. Barack comentó “¿O sea que si te hubieras casado con él hoy serias la dueña de este lindo restaurante?” Y ella prontamente contestó: “No querido, si me hubiera casado con él, hoy él sería presidente.”

Lo maravilloso de Michelle, es que ella sí se reconoce como causa del éxito profesional de su marido. Bueno sería que así fuéramos todas: perfectamente consientes de nuestro valor.

Quizás la pregunta que debe preocuparnos no es qué hay detrás de un gran hombre, como Obama, sino qué hay detrás de una gran mujer como Michelle. Quizás sería puntual proponer otro refrán. Un refrán que coloque a la mujer como protagonista del escenario. Esto nos regresa a la misma encuesta:

¿Qué o quién hay detrás de una gran mujer?

A lo largo de mi vida he tenido el privilegio de convivir y colaborar con mujeres extraordinarias. Son mujeres que han sido capaces de superar incontables obstáculos y lograr algo trascendente. De ellas aprendí que además de su perseverancia, talento y entrega, hay otra fuerza que las empuja a la cima: otras mujeres. Aprendí que cuando las mujeres aliadas trabajan por un objetivo común –sea salvar un bosque, exigir justicia por hijos desaparecidos, protestar la violencia domestica, o abrirse paso en el ámbito profesional–, tienen más posibilidades de lograrlo, que si trabajaran solas. El hecho de pertenecer a una red de apoyo en la que comparten las mismas inquietudes y exigencias, hace que cada una de las mujeres se sienta contenida, acompañada e inspirada. La sororidad conduce a la búsqueda de relaciones positivas, la eliminación social de todas formas de opresión, y el empoderamiento vital de cada mujer. Resumiendo: una gran mujer llega a serlo, con la ayuda de muchas mujeres.

Diciéndolo con otras palabras más mexicanas (a lo cual tengo derecho, creo yo, ya que soy orgullosamente mexicana) aquí proponemos el nuevo refrán:

Detrás de una chingona hay muchas chingonas.

El Congreso de Chingonas® que se llevará a cabo el próximo 9 de marzo, es precisamente un ejemplo hermoso de lo que puede lograr la sincronía entre mujeres. El congreso nació en el corazón de su fundadora: Elena Camarillo. Elena quería compartir su poder con otras mujeres, y su deseo era tan intenso, que la llevó a darle realidad. No tardó en darse cuenta que para hacerlo, necesitaba ayuda. Mucha ayuda. Comenzó a reclutar a otras mujeres chingonas, como ella. Una ofreció su casa, otra ofreció galletas, otra más estaba dispuesta a presentar su tema. La voz corrió, el entusiasmo se contagió, y pronto surgieron más voluntarias: la que llevaría la publicidad, la que diseñaría un logo, la que haría los boletines y la que traería su talento de construir páginas web. Así se dio el primer congreso de chingonas y después, tres congresos más. El sueño de Elena se convirtió en la misión común. Y gracias a una gran mujer, y a las mujeres que la están apoyando, tendremos la mesa puesta para disfrutar de esa chingonería.

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