Enseñemos a nuestros hijos los beneficios de transitar por la vida libres de pantallas

Esther Cepeda

La educación es cíclica y nada ejemplifica mejor el dicho de que “todo lo viejo vuelve a ser nuevo” como la última moda: leer sin pantallas.

Sí, para los mayores de 40 años, eso significa simplemente, leer.

“En papel”.

Sin tings, campanillas ni timbres que le notifiquen a uno que alguien respondió al mensaje de Facebook o que lo retuiteó o que le está texteando sobre bla, bla, bla… punto. Un momento … ¿qué estaba yo leyendo?

¿Se asombran ante el sabor revolucionario de tal empresa?

Aunque las publicaciones, los boletines y listservs educativos adoran la industria de la tecnología para la educación, la primera vez que escuché el término “lectura libre de pantallas” fue en una columna de opinión del sitio Web Education Week.

“Estoy de acuerdo con que los estudiantes deben a aprender a usar Internet adecuadamente y a ser lectores críticos de contenido digital,” escribió Amy Williams, que enseña a estudiantes de alto rendimiento de la escuela media y secundaria en Dusseldorf, Alemania. “¿Pero significa eso que deben leer e interactuar en línea en todas las clases, todos los días?”

Mientras exponía su caso de que leer en papel ayuda a que los estudiantes colaboren más, aumenta su concentración y mejora su aprendizaje, Williams, en múltiples puntos, se protegió contra la inevitable reacción negativa con alguna variación de: “No estoy sugiriendo que se abandone la tecnología.”

Williams tendrá una enconada batalla para convencer al burócrata de política educativa promedio de que los Chromebooks y los iPads en manos de todos los estudiantes de Estados Unidos no constituyen una cura mágica de todos los males de la educación.

Pero hay una clase de gente que ya comprendió eso: los padres cultos y de altos ingresos.

Por ejemplo, Batsheva Neuer, escritora que reside en Nueva York, es la última en una larga serie de profesionales, intelectuales y hasta tipos de Silicon Valley que están criando a sus hijos en un entorno más parecido a aquél en que ellos se criaron.

“Queríamos retrasar el aislamiento social inducido por la tecnología y alentar a nuestros hijos a desarrollar destrezas que les sirvieran en el mundo real,” escribió recientemente Neuer en el Wall Street Journal. “A nuestro parecer, la niñez debe ser para promover interacciones sociales, incentivar la creatividad y responder a los estímulos del mundo real.”

Para lograr ese objetivo, Neuer y su esposo “compraron una Golden Book Encyclopedia 1987 en e-Bay. “También creamos el hábito de contactar a ‘expertos locales’. ¿Cómo se mueve el sol? Ésa es una buena pregunta para el tío Ariel, que estudió química en la universidad. ¿Cómo se construye una puerta? Pregunten al tío David, el contratista. ¿Quién creó el mundo? Por haberme asignado a mí misma el papel de experta en la Biblia, ése es mi territorio.”

¿No es increíble que necesitemos que pensadores públicos nos recuerden que nuestros hijos pueden llamar a un pariente para consultarlo, en lugar de recurrir automáticamente a Google?

Esos recordatorios son necesarios—y si no me creen, vayan a cualquier restaurante familiar un sábado por la tarde y observen cuántas mesas están llenas de mamás, papás y niños que se sientan juntos, pero se ignoran completamente enfrascados en sus teléfonos inteligentes.

Por suerte, el péndulo cultural y aquellos de nosotros interesados en producir estudiantes y niños que no sean zombis podemos ayudar para que esta moda perdure.

Con ese fin, la Campaign for a Commercial-Free Childhood, una organización sin fines de lucro dedicada a “recuperar la niñez de los comerciantes corporativos”, está promoviendo su 21° Semana Libre de Pantallas anual (1 a 7 de mayo).

La organización quiere que la gente “vaya más allá de las preguntas de si los medios en pantalla son ‘buenos’ o ‘malos’ y reconozca una simple verdad: muchos niños—y adultos—pasan demasiado tiempo con pantallas.”

Y si la tarea parece demasiado imponente, la organización tiene recursos como “7 Consejos comprobados por padres para desenchufarse y jugar” y la “Guía familiar para una semana libre de pantallas” que presentan sugerencias asombrosas (porque algunos de nosotros nos criamos en casas sin una TV cerca del comedor) como: “Disfruten de comidas libres de pantallas” y “Recuperen la comida familiar como un momento para conversar juntos y/o compartir historias.”

Es patético que una organización sin fines de lucro deba recaudar dinero para decir a los padres que deben hablar a sus hijos en las comidas Pero es un mensaje que vale la pena pasar.

Así es que, por una semana—o incluso un día esta semana—paren para oler las rosas. Apaguen sus pantallas por un rato. Hablen con alguien (¡con cualquiera!) en persona y, lo más importante, tómense el tiempo para disfrutar de un viejo y simple diario o libro impreso.

Estarán contribuyendo a un movimiento que tiene el potencial de ayudar a los niños a aprender el auto-control, mantener una concentración sostenida y mejorar su capacidad de leer las expresiones faciales.