¿Tiembla en Washington?

Sophia Vackimes, Coordinadora de Servicios de Emergencia, Oficina de Bomberos, Ciudad de Bellevue.

Los horribles incendios que sucedieron este verano al norte del estado de Washington y las imágenes de los destrozos que causaron los huracanes Florence y Michael en el Estado de Florida nos han dejado impactados. Quizá nunca hubiéramos pensado que en lugares aparentemente tan pacíficos y bellos la naturaleza desatara su furia sobre caseríos y poblaciones enteras dejando a su paso tal destrucción. Pero si echamos vista atrás, inmediatamente recordamos que estos eventos catastróficos se repiten año con año, y que ya hemos visto situaciones similares. Algunas regiones del país, y del planeta entero, sufren eventos semejantes que se repiten regularmente. Esto es porque las condiciones geográficas y climáticas los han hecho propensos a estos eventos y las poblaciones que habitan ahí están expuestas a ellos año con año, y además porque nosotros los seres humanos hemos estado creando condiciones que aceleran estas situaciones. Pareciera contradictorio escoger vivir donde suceden estos eventos, pero en la mayoría de los casos diferentes grupos humanos se han acostumbrado a la situación particular del lugar y toman esos eventos con resistencia y determinación. Han aprendido a sobrellevarlos de una u otra manera. Sin embargo, generalmente los humanos no tomamos eventos del pasado en consideración cuando por ejemplo nos desplazamos por una razón u otra de un lugar a otro. Muchos desconocemos la geografía de los lugares donde vivimos y nos asentamos sin saber realmente que involucra el vivir cerca de un volcán, por ejemplo, o vivir en regiones costeras, o en regiones que se inundan año con año.

Es cierto que hay eventos que se repiten con la regularidad de los huracanes que cada temporada azotan las costas del Atlántico y Caribe. Pero son regulares de la misma manera los eventos volcánicos, aunque esos eventos se repitan cada cien, trescientos o mil años. En el Estado de Washington, pudiéramos pensar que siempre estaremos seguros, pero no es así. Los últimos terremotos fuertes sucedieron aquí hace años, como en Nisqualli en 2001, y la terrible erupción de Mount St. Helens de 1980. Estos eventos no representan mucho para quienes acabamos de llegar y no acabamos de entender bien donde es que vivimos, los que no pasamos por el evento, y quienes no fueron afectados directamente. Lo peor es pensar que si algo catastrófico sucedió en el pasado, no tenemos que preocuparnos por ello, puesto que está relegado al pasado olvidándonos que estos eventos pueden ser recurrentes más allá de nuestras vidas y asuntos personales.

Las erupciones volcánicas y los terremotos son eventos que se manifiestan con magnitud en esta región. Cada día hay más pruebas de que en el oeste del estado suceden eventos de catastróficos con regularidad. Hace unos trescientos años sucedió un terremoto fuertísimo en esta región que sumió a regiones costeras enteras y que matara a quizá miles de personas que vivían aquí. Lo sabemos porque existen bosques sumergidos en aguas saladas, y porque hay leyendas locales que relatan estos acontecimientos estremecedores. En el año 1700 sucedió un evento que como muchos otros en el pasado destruyera enormes porciones del estado. Este tipo de evento ha venido repitiéndose en esta región durante miles de años y pudiera afectarnos cualquier día. No sabemos realmente cuando pero tenemos que tenerlo en mente. Por ello cuando cada año se llevan a cabo simulacros preparativos hay que participar. Lo principal es saber que cuando sucede un terremoto hay que echarse al suelo, esconderse bajo una mesa protegiéndose la cabeza y sujetarse bien hasta que pase el suceso. No es apropiado tratar de salir del edificio donde uno se encuentre hasta que haya cesado el movimiento y tenga uno la certeza de que todo ha vuelto a la calma.