Breves pasos para una mejor alimentación

Por Esther J. Cepeda,

The Washington Post

¡Feliz mitad del verano! Hemos entrado oficialmente en la temporada de mayor aumento de peso.

La segunda mitad del calendario siempre significa que las comilonas del Cuatro de Julio borraron de la memoria nuestros sueños de enero, de tener un cuerpo digno de una bikini. De aquí en adelante, asistiremos a asados al aire libre y festivales de comida hasta llegar al trío fatal de glotonería que componen Halloween-El Día de Acción de Gracias y la Navidad. Más vale que se cuiden. Nuevos estudios sobre las bebidas endulzadas con azúcar nos dicen que alrededor de 184.000 personas, en todo el mundo, mueren anualmente por el consumo excesivo de bebidas azucaradas.

Obviamente, una sola lata de gaseosa que no sea de dieta no matará a nadie —pero nuestra falta de atención al enorme impacto sobre nuestra salud sí lo hará. La cura de la obesidad y de las enfermedades cardiovasculares, cánceres y diabetes relacionados con ella—es tan difícil como simple: Ingerir menos alimentos poco saludables. Eso es casi igual de fácil que escoger números de lotería ganadores—sabemos que sucede, pero no puede lograrse sólo porque se lo pidan a uno, incluso cuando la vida está en juego. A comienzos de la epidemia de obesidad, los interesados en modificar los deficientes hábitos alimenticios del país creyeron que una vez que los estadounidenses se enteraran de los crecientes niveles de obesidad y enfermedad asociados con la ingestión de alimentos poco saludables —y una vez que se les hiciera comprender cuáles son esos alimentos— reducirían su consumo. Ése fue sólo el primer paso. En la última década, los estadounidenses fueron inundados con una cantidad sin precedentes de información acerca de qué alimentos son sanos y cuáles no lo son, cómo regular las dietas y cómo no ganar peso. Lamentablemente, la mayor parte de esa información fue confusa o contradictoria. Las últimas investigaciones tumban el consejo del establishment médico de comer bien y hacer más ejercicio, señalando que mantener un peso saludable depende casi exclusivamente de la dieta y sólo en forma mínima del ejercicio que uno haga. La nueva ola de consejos alimenticios debe concentrarse en lograr que la gente preste atención a lo que come. Ahora que tenemos etiquetas con el número de calorías en la mayoría de las comidas empaquetadas, y que pronto las tendremos en la mayoría de los menús, debemos lograr que la gente utilice esa información.

No es tarea fácil—el conteo de calorías se basa generalmente en una dieta de 2000 calorías, que, para empezar, es mucho para todo aquel que no sea muy alto y activo. Estamos hablando del tipo de comprensión que debe enseñarse en las escuelas, probablemente en las clases de matemáticas (INICIAR BASTARDILLAS)y(TERM.BAST.) de educación física, puesto que requiere comprender cuántas calorías usamos diariamente, y cuánto podemos comer para mantener un equilibrio sano.

Pero calcular eso es una lata. Otro latazo: enterarse de que el licuado de yogurt y frutas, supuestamente sano, es una gran bomba de azúcar. ¡Ay! Comprometerse a mantener toda la vida un peso saludable y al mismo tiempo disfrutar de la comida es una montaña difícil de escalar. Pero he aquí algunos pasitos.

Cuiden lo que beben

Beban agua o fruta (que viene con fibra saludable) en lugar de jugos de fruta. Si beben gaseosas, escojan las de dieta en lugar de las normales. Ambas son perjudiciales, pero no hay una epidemia mundial de envenenamiento por edulcorantes artificiales.

Cuiden los halos.

Los halos imaginarios dan a la gente una sensación de calidad nutritiva que la lleve a exceder su consumo. Por ejemplo, el yogurt es una opción saludable, a menos que uno compre uno de chocolate lleno de azúcar con complementos de caramelo y galletitas. La sandía y otras frutas son saludables a menos que uno compre uno de chocolate lleno de azúcar con complementos de caramelo y galletitas.