Brindar puerto seguro a un ave exótica

Esther cepeda,

The Washington Post

CHICAGO – En mi familia hemos estado hablando de cuánto tiempo viviremos mis hijos y yo. Yo tengo que hacer planes para 50 años más pero, en realidad, probablemente sean otros 40 años más.

Este es el motivo:

Si nuestra familia, compuesta de cuatro miembros (más nuestro perro que debe ponerse a la altura de las circunstancias) puede pasar el proceso sumamente riguroso, de solicitud, examen y entrenamiento, para adoptar a cierto guacamayo azul y oro —que tiene unos 12 años y se espera que viva aproximadamente hasta 2065— mis futuros nietos tendrán que ocuparse de su relativo confort.

¿Cómo caí en la desgarradora y desconcertante situación de viajar a los santuarios de pájaros exóticos del Medio Oeste, tratando de encontrar un papagayo mental y físicamente saludable para adoptarlo? ¿Por qué pasé innumerables horas, en las últimas semanas, llenando solicitudes más largas que las que completé para ingresar en la escuela de postgrado, encontrando referencias personales apropiadas que citar y asignando un mínimo de 1.000 dólares (sólo para comenzar) para tarifas de adopción y una jaula apropiada para un pájaro de dos pies de altura, con la inteligencia de un niño pequeño y una envergadura de casi cuatro pies? Se los diré al final.

Por ahora, permítanme decirles que visitar santuarios de pájaros, donde van aves exóticas y ultra-inteligentes tras haber sido desechadas por no cumplir con las expectativas que tiene la gente, después de ver en la TV y el cine animales entrenados, es absolutamente desolador.

Se ven pájaros que fueron terriblemente abusados y están en proceso de rehabilitación en manos de dedicados voluntarios.

Se ven loros que parecen gallinas de la tienda porque en su depresión y ansiedad, se han sacado todas sus plumas hasta quedar pelados.

En algunos casos, se hieren con sus picos inmensamente fuertes de la misma manera en que los humanos se cortan para aliviar su dolor psicológico.

Un santuario de Wisconsin me dirigió a un documental de PBS de 2013, “Parrot Confidential”, que detalla el negocio, de miles de millones de dólares, de caza ilegal y cría de pájaros exóticos.

Según el film, cuya productora y guionista es Allison Argo, la Ley para la Conservación de Aves Salvajes entró en vigencia en 1992 con el objetivo de impedir la importación de especies de aves exóticas a nuestro país.

Como consecuencia no buscada, los cazadores ilegales de los estados cálidos de Estados Unidos, adonde muchos pájaros viajan para hacer nido, y los criadores locales, comenzaron a ganar mucho dinero de la cría de pájaros pequeños.

Es imposible reintegrar esos animales a su medio ambiente original porque no saben cómo sobrevivir.

Sufren de tener que vivir enjaulados —generalmente solos, aunque en su hábitat son sumamente sociales y conservan su pareja de por vida— hasta cien años, dependiendo del tipo de ave.

La ironía es que mientras los santuarios de todo el país están repletos de pájaros desechados, casi un tercio de todas las especies de loros está en peligro de extinción.

A diferencia de los perros, que fueron domesticados durante miles de años, los guacamayos, las cacatúas y otras aves exóticas de Sudamérica y África no son mascotas.

Los humanos no debemos mantenerlos dentro de casas y en cajas del tamaño de un refrigerador cuando algunas de ellas pueden volar hasta 50 millas por día y son suficientemente inteligentes para decir hasta 600 palabras, saber múltiples lenguas y leer el lenguaje corporal perfectamente. En mi casa, el pájaro no estará enjaulado a menos que salgamos por unas horas. Me siento muy avergonzada al admitir que mi interés en los guacamayos surge secundariamente por su categoría icónica en la cultura de mis antepasados.

Lamentablemente, mi reciente inquietud surgió al ver tantas fotos de aves grandes en los medios sociales.

Tal como dijo Marie Charon Crowley, que tiene un santuario en el sótano de su casa en Detroit, en “Parrot Confidential”, la gente ve esas encantadoras fotos y hace terribles suposiciones sobre su capacidad de cuidar a un ave exótica, lo que trae horribles consecuencias.

“En la medida en que sean los primeros en la lista de YouTube, son los primeros en mi lista de entregas,” dijo. Como es así, hice una promesa de silencio en los medios sociales sobre todo lo referido a aves. Nunca más compartiré adorables fotos o videos de pájaros.

Me dedicaré a brindar a mi ave una vida mejor. Mientras tanto, hay muchos santuarios que podrían utilizar sus donaciones para proseguir con sus esfuerzos en pro de estas bellas y dolidas criaturas —por favor encuentren uno y apóyenlo como puedan.