Contra el tiempo

Kaitlin Manry

The Daily Herald

MARYSVILLE – Utilizando la ropa más profesional que tiene en su armario- pantalones de vestir negros y una blusa de botones con piedras color rosa–esta señorita de 18 años de edad, trata de mostrarse segura de si misma y se encuentra de pie ante un salón de clases lleno. Ella tiene que pasar esta presentación para poder graduarse. “¡Hola!, mi nombre es Imelda Robles,” dice ella, más rápido de lo que había practicado. “Quiero compartir mi experiencia de preparatoria con ustedes. Yo abandoné la escuela después del séptimo grado. Esto fue porque mi mamá era realmente religiosa y yo me juntaba con la gente equivocada.” Ella muestra a la audiencia utilizando un programa de computadora, fotos de ella con sus amigos, los cuales en su mayoría han abandonado la escuela. Ella dice a los estudiantes, profesores y hombres de negocios que se encuentran ahí acerca de cómo ella holgazaneaba, faltaba a clases y se la vivía de fiesta. Imelda, quien es conocida como “Mona”, asegura que ya no es como antes. Como miles de adolescentes del condado de Snohomish, ella tuvo la opción de escoger dos caminos: Graduarse de preparatoria o abandonar la escuela. Un poco más del 20 por ciento de todos los estudiantes de Washington no terminan la escuela con la generación que les corresponde. El estado no rastrea cuantos estudiantes nunca reciben su diploma. El gobierno federal no requiere esta información. A nivel nacional, solamente el 73 por ciento de los estudiantes termina la escuela a tiempo. Todos pagamos. Los expertos dicen que las cifras del crimen, los servicios sociales y los gastos de salud pública podrían reducirse si mas alumnos se graduaran. Aquellos que abandonan la escuela ganan alrededor de 10,000 dólares menos y son más propensos al desempleo que aquellos que se gradúan. Ellos conforman el 75 por ciento de los internos en prisión y reportan más problemas de salud. Entre la adolescencia hispana, como Mona, la perspectiva es aún más triste. A nivel nacional, ellos son los menos probables para terminar la escuela, con solamente el 61 por ciento que obtiene un diploma a tiempo. Como los millones de alumnos del último grado de preparatoria del país, Mona trata de aprovechar el tiempo en el que perdió créditos y ahora los incluye en su calendario escolar para poder graduarse en junio. Ella tiene que terminar 15 clases este semestre, incluyendo al menos dos cursos de matemáticas, e intentar la temida prueba de matemáticas del WASL. La mayoría de los estudiantes toman seis clases en un semestre. “No quiero ser como todos en mi familia que nunca se graduaron,” Mona dijo mientras estaba sentada en la oficina de su consejero en Marysville View Alternative School. Las razones por la que los estudiantes hispanos tienden a batallar más para terminar preparatoria son tan variadas como los mismos estudiantes. Algunos son inmigrantes, intentando aclimatarse a una nueva escuela, nueva lengua, nuevo todo. Algunos llegan a este país directo a trabajar tratando de estudiar al mismo tiempo. Algunos sienten que la presión familiar de quedarse en casa y otros se desaniman por un plan de estudios que incluye una escasa enseñanza de la cultura e historia hispana. Los padres de Mona inmigraron a los Estados Unidos años antes de que ella naciera. Trabajaron en cocinas humeantes para poder mantener a su familia. Ninguno de sus padres fue a la escuela. Con el consentimiento de sus padres, Mona abandonó la escuela cuanto tenía 13 años. Había faltado a clases, empezó a fumar y sus padres tenían miedo de que otros estudiantes la influenciaran de manera negativa. Al terminar el séptimo grado, ella dejó la secundaria de Marysville y nunca volvió. El verano anterior en el que Mona hubiera cursado su segundo año de preparatoria, un primo la llevo a Mountain View High School. Mona entró a la escuela sola y le dijo a la consejera Susan Latendresse que quería volver a estudiar. “Recuerdo a esta muchacha llegar sola – generalmente, los padres vienen con los alumnos,” dijo Latendresse. “Realmente me impresionó que tuviera tanta iniciativa y que tuviera el valor de regresar a la escuela.” Una vez que los adolecentes abandonan la escuela, es muy difícil que regresen. Algunos regresan por un corto tiempo y vuelven a abandonar la escuela después de algunos meses, desalentados por la cantidad de trabajo del que se tienen que poner al corriente. Aquellos que abandonan la escuela les cuesta trabajo las clases donde hay estudiantes más jóvenes y se apenan por todo lo que no aprendieron. Otros toman clases en línea o estudian por si solos para el GED (examen de estudios abiertos equivalentes a preparatoria). No hay estadísticas creíbles sobre la probabilidad de que un estudiante que abandonó la escuela regrese y se gradué. “Mas de un millón de estudiantes abandona la escuela cada año,” dijo Marty Duckenfield, director de información pública del Dropout Prevention Center en la Universidad Clemson en Carolina del Sur. “Eso es igual a 25.000 o 26.000 autobuses escolares lanzados sobre un acantilado.” En Marysville, apenas la mitad de los estudiantes termina preparatoria a tiempo, según estadísticas del estado del 2006. Incluso ahora, cerca de los meses de graduación, alguno estudiantes se desalientan y se salen. “Se sienten abrumados,” dijo Deidra McCollum, que sirve como el enlace del distrito para la “graduación a tiempo”. “A todos les da un poco de fiebre graduatitis. Es como si no pudieran ver el final, pero hay tanto que hacer para llegar allí.” Al terminar su presentación, la culminación de su proyecto del último año la acerca más a su diploma. Ella dice que su sueño es ser dueña de su propio restaurante, mexicano o italiano. Ella quisiera seguir sus raíces visitando las pirámides aztecas en México. “No conozco cómo será el futuro,” dijo Mona. “No pretendo tener un plan para eso.” Algunas semanas después, los resultados llegaron. Ella aprobó.