Cuando trabajar no es suficiente

Por Diana Leal

La Raza del Noroeste

Gerardo trabaja doce horas al día; su jornada comienza a las cuatro de la mañana, cuando debe prepararse para salir de su casa hacia la estación de soldadura, ubicada al sur del condado . Después de terminar su jornada normal de ocho horas, cuando sus compañeros se van a la casa, Gerardo toma fuerzas para continuar con el tiempo extra. Hace seis años, él y su mujer decidieron comprar casa en la ciudad de Auburn, en el condado Pierce; el precio fue $267,000. No hicieron ningún pago inicial pero sus cuotas para empezar serían $1,900 cada mes. En ese entonces las cosas pintaban bien; Gerardo había hecho un curso de soldadura y tenia un trabajo estable. No obstante las cuotas parecían muy altas con relación a su salario, no había de que preocuparse, pues como aseguro el prestamista, latino también, la casa podría refinanciarse y los pagos bajarían en vez de subir. Pasaron semanas y meses de intenso trabajo diario, horas extras, y trabajo durante los fines de semana, pero había con que pagar la cuota mensual de la casa que, aún si Gerardo no disfrutaba, si lo hacían sus cuatro hijos de 5, 7, 13 y 15 años al igual que su mujer. Tres años pasaron, 36 meses de pagos, y 72 mil dólares de salario abonados a interés. Hasta que hace tres meses las cuotas de la casa de Gerardo subieron: hoy el pago de la cuota es $2,400 mensual. No hubo opción de refinanciar la propiedad, pues el banco, mas cuidadoso que antes, vio que el salario neto de Gerardo era muy bajo para la refinanciación. "Estamos gastando los poquitos ahorros que teníamos para completar para la cuota. No nos queda plata para nada mas. No podemos comprarle ropa a los niños. No puedo seguir pagando tanto dinero" . ……..dice Gerardo con un tono de voz cansado. "Hemos pensado conseguir una ‘trailer’. Algo mas barato donde vivir". Gerardo no es el único que está en problemas. "La mayoría de mis compañeros del trabajo están en la misma situación; solo que ellos si han dejado de pagar las cuotas. Otros ya perdieron sus casas porque se quedaron sin trabajo", cuenta. "Yo pienso que la gente se aprovecha. Creo que ellos sabían lo que iba a pasar;" dice Gerardo refiriéndose a los prestamistas o intermediarios de los bancos, muchos de ellos hispanos, quienes recibieron altos porcentajes de comisión por hacer estos créditos costosos con alto riesgo de ser rematados. Sin embargo él admite algo de culpa. Pero la ilusión de tener su propia casa y la palabra del prestamista de que los pagos mensuales bajarían después de la refinanciación lo llevó a tomar la decisión. Gerardo esta realizando los tramites necesarios para ver si puede modificar su crédito en los programas establecidos por el gobierno llamados "Loan modifications" para ver si logra reducir sus pagos y continuar con su propiedad. Sin embargo su enorme grado de intranquilidad le ha hecho considerar otras opciones. Gerardo Molina nació en Sinaloa, México, había vivido varios años en California donde trabajo por temporadas en la agricultura, antes de establecerse en Washington. Se considera una persona responsable. "He logrado lo que me he propuesto" dice, "pero si lo que uno trabaja, otros se lo quitan, entonces ¿para qué?" La próxima semana: Minorías son los más afectados en el mercado de vivienda. La crisis puede continuar.