Crímenes contra prensa desenmascaran impunidad de México

Por MARÍA VERZA y PETER ORSI,

Associated Press

CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Una periodista es acribillada mientras lleva a su hijo a la escuela. Hombres armados disparan a otro tumbado en una hamaca mientras le lavan el coche. Un premiado reportero es sacado de su vehículo a mediodía y recibe doce balazos a unas calles de su oficina.

Javier Valdez se convirtió el lunes en el sexto periodista asesinado desde primeros de marzo, algo inusual incluso en un país que se sitúa solo detrás de Siria y Afganistán en crímenes contra la prensa. Nada vincula directamente esos seis homicidios pero en conjunto son la constatación de que la impunidad que existe en México amenaza la vida y el trabajo de la prensa.

“Hoy nos pegaron en el corazón”, tituló Ríodoce, el semanario que el reconocido periodista contribuyó a fundar hace 14 años. “Es un golpe demoledor”, añadía su editorial.

“México se ha vuelto más peligroso”, indica el analista Alejandro Hope. Por un lado, los asesinatos en general aumentaron en 2016 y en el primer trimestre de 2017 volvieron a hacerlo: un 29% con respecto al mismo periodo del año anterior. Por otro, crece la tensión político-electoral, los escándalos de corrupción se multiplican y la guerra contra el narco de más de una década está lejos de ganarse.

“Hay mucha tensión y la gente que cubre todo esto se arriesga mucho más”, añade Hope.

Valdez, 50 años recién cumplidos, era uno de ellos. En su columna “Mala Yerba” narraba literariamente y sin nombres propios, historias que él conocía o le contaban. La última se tituló “El Licenciado”, quizás por alusión, quizás no, al capo del cártel de Sinaloa, Dámaso López, que se apodaba de igual forma y fue objeto de varias de sus recientes informaciones en las que también abordó sucesos, excesos de las fuerzas de seguridad o temas de corrupción.

“Ríodoce y Valdez han investigado vínculos entre política, sociedad y grupos criminales y eso encierra una enorme impunidad y un enorme riesgo”, explica el experto en crimen organizado y consultor internacional Edgardo Buscaglia, a quien el fallecido entrevistó en varias ocasiones.

“En semanas recientes recibió amenazas de un calibre diferente al acostumbrado; él y su esposa Griselda realmente se preocuparon”, indicó el periódico en un artículo del martes. Valdez viajó a Ciudad de México para pedir consejo. Le recomendaron salir del país. No lo hizo.

“Lo mataron con saña”, escribió su semanario. “Los asesinos simularon el robo de su vehículo, pero le dispararon en 12 ocasiones con dos armas distintas. No tenemos ninguna duda: quien ordenó el crimen pidió a los sicarios que se aseguraran del objetivo”.

Al día siguiente de su muerte, mientras sus más cercanos le daban el último adiós en Culiacán frente a un féretro adornado con su característico sombrero, periodistas de Sinaloa y del resto del país participaron en distintos actos de protesta.

“En México nos están matando”, escribieron a los pies del Ángel de la Independencia, en Ciudad de México junto a la frase “No al silencio”, hecha con las fotos de los periodistas asesinados.

Sin embargo, es pronto para valorar si la prensa local e independiente podrá sobrevivir al reto de informar ante los riesgos crecientes que representa el oficio. El Norte de Chihuahua, el periódico donde trabajaba Miroslava Breach, asesinada el 23 de marzo, optó por cerrar.