Da Del Toro alas a Gosling

Omar Cabrera

Agencia Reforma

LOS ÁNGELES, California 6-Abr .- Cuenta Ryan Gosling que si hoy está aquí sentado dando entrevistas sobre una película en la que no actúa es en buena parte gracias al mexicano Guillermo del Toro.

Gosling llevó a casa del director el material que había filmado con su cámara en los barrios más pobres de Detroit y le contó que tenía una idea para un filme.

“Guillermo me dijo: ‘Si no lo diriges tú, lo dirijo yo’. Me pareció lo más genial que podía haberme dicho. Incluso si no era verdad, que seguramente no lo era, fue como el mago que te da tu armadura y tu espada y te envía a la aventura”.

Tres años después, Gosling promociona su primera película como director en una mañana de marzo en una habitación de hotel de Beverly Hills.

Abre la puerta, saluda y afirma que siente cierta presión para que la entrevista no vaya mal.

Esa aventura se llama Lost River y se estrena en EU, España y otros territorios este mes.

Una vez conocida la anécdota, hay que reconocer que tiene todo lo que le puede gustar a Del Toro: un paisaje amenazante, un secreto misterioso en el fondo de un lago, una familia que se defiende ante lo inevitable, un depredador que persigue a los protagonistas y un inframundo aberrante que está a punto de engullirlos.

Tanto es así que cuando uno ve en la pantalla las palabras “escrito y dirigido por Ryan Gosling”, quizá el galán más deseado de Hollywood en los últimos tiempos, se pregunta qué tiene este tipo en la cabeza y cuánto tiempo lleva eso ahí queriendo salir.

Gosling es exactamente igual que en las películas. Cultiva el mismo aspecto del personaje de Drive, la misma barba débil, el mismo flequillo corto peinado con los dedos, la mirada de tímido con gracia mientras habla, despacio y cool.

Tiene 34 años y nació en London, Canadá, a dos horas en coche de Detroit, y esa es una característica que explica parte de la pregunta inicial sobre las obsesiones que hay detrás de Lost River.

Su madre los crió sola a él y a su hermana, como la protagonista de la película (Christina Hendricks), en un barrio de clase media baja.

“Detroit es la ciudad que domina todo el área. Siempre tuve una idea romántica de cómo sería la vida allí. Era el sitio donde nació la Motown y la industria del motor, el sueño americano. Tardé mucho tiempo en visitarla. No fui hasta que tenía 30 años, y cuando llegué era muy diferente de lo que había imaginado”.

El Detroit de la película ha sido arrasado por la crisis financiera y las hipotecas. Las casas son abandonadas una tras otra, la naturaleza se come las calles como si fueran ruinas en la selva.

En algún momento parece el fin de la civilización, parece Mad Max.

“En esas áreas es así. Es una parte de Detroit. Hay otra reinvención emocionante que está sucediendo, pero en estas bolsas hay gente viviendo. Y para ellos es fácil sentirse a veces como los últimos habitantes de la tierra”.

Él insiste en que nunca quiso hacer algo macabro. Este es un relato sobre la familia y su capacidad para salir juntos de la adversidad. Dice sobre Detroit y la historia.

“Me recordaban a películas con las que había crecido, como El Secreto de Nimh, de una familia que se mudaba porque venía una plaga, o Los Amos de la Noche, de Walter Hill, que es una pesadilla en un Nueva York lleno de bandas”.

Asegura que su relato no es diferente de Los Goonies. “Es una familia que ve su vida amenazada”.

Con el cambio momentáneo de actor a director a los 34 años, Ryan Gosling muestra al público una faceta completamente nueva de su personaje público.

El macizo tierno que ha reinventado el concepto de galán de Hollywood en lo que va de década convive a partir de ahora con un artista atormentado, marido y padre, que conecta con un público indie a través de sus obsesiones privadas.