Devotos salvadoreños ya ven a monseñor Romero como un santo

Por MARCOS ALEMÁN, Associated Press

SAN SALVADOR (AP) — Con gafas, sonriente y con el cabello muy corto, el rostro del arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero se aprecia desde sellos postales y bustos hechos a mano que están a la venta en la catedral de San Salvador.El domingo en el Vaticano, el papa Francisco oficialmente hará de Romero un santo casi cuatro décadas después de que un disparo al corazón lo transformara en mártir. Sin embargo, para muchos devotos católicos salvadoreños y extranjeros que ya lo conocían como “San Romero de América”, eso solo formalizará lo que ya sabían sus corazones. “Él era un gran hombre. Él ya era un santo “, dijo José David Santos, de 73 años, en una entrevista reciente con AP antes de viajar a Roma junto con otros 5.000 compatriotas para estar presentes en la canonización.”Fue un gran ejemplo de humildad”, agregó Santos, vestido con una camisa blanca con la cara de Romero impresa en ella. “Él profesó amor por el pobre hombre. Denunció las injusticias. Defendió a las víctimas. Criticó la violencia de los militares y de los guerrilleros”.Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980, un día después de que implorara a la dictadura militar que “cesara la represión” contra los civiles mientras el país avanzaba en espiral hacia una guerra civil de 12 años.En ese momento, y hasta cierto punto todavía hoy, los sectores conservadores lo odiaban como un “guerrillero con una sotana” porque pensaban que simpatizaba con las causas de la izquierda. No obstante, fue y sigue siendo ampliamente popular entre los pobres y la clase trabajadora, a quienes defendió apasionadamente.El fervor por Romero ha crecido tanto que la cripta de la catedral donde se enterraron sus restos apenas puede albergar a los miles de peregrinos que llegan a orar frente a su tumba, suplicándole que interceda por ellos ante Dios. Muchos también visitan la capilla del hospital donde fue asesinado mientras celebraba misa. “Es lo más grande que podemos tener, es la bendición más grande del cielo, el mundo entero reconoce su santidad”, dijo el arzobispo de San Salvador José Luis Escobar Alas. “Porque no solo su persona, sino también sus enseñanzas, están siendo canonizadas”.