EEUU: Republicanos, divididos y molestos

(AP)

El Partido Republicano parece haber caído en una espiral de división e indignación.

Las rencillas han llegado hasta el liderazgo partidista en la Cámara de Representantes. Las tensiones geográficas se han incrementado entre los republicanos del noreste del país con otros de zonas más conservadoras. Los líderes del movimiento Tea Party han amenazado con usar la fuerza de los votos para castigar a decenas de republicanos que aprobaron una medida que eleva los impuestos a los estadounidenses de mayores ingresos.

“La gente está indignada. Y me sumo a esa indignación”, dijo la semana pasada Amy Kremer, presidenta del Tea Party Express, e insistió que no tiene “confianza alguna” en el partido que suelen respaldar sus miembros. La dirigente habló luego de que los legisladores republicanos acordaron elevar los impuestos pero sin lograr reducciones del gasto público, a fin de evitar el “abismo fiscal”.

“Todo el que votó ‘sí’ en la Cámara (de Representantes) debería estar preocupado” por las primarias del 2014, agregó.

Al mismo tiempo, una de las voces republicanas más populares, el gobernador de Nueva Jersey Chris Christie, criticó la “política tóxica interna” del partido cuando los representantes se negaron en un principio a aprobar un plan multimillonario de ayuda para las víctimas del huracán Sandy. Dijo sentirse “asqueado” al ver su actuación y culpó especialmente al presidente de la cámara baja John Boehner, el funcionario electo de mayor rango en el Partido Republicano.

Las luchas internas republicanas para darle un rumbo al partido quedaron al descubierto luego de que Mitt Romney perdió las elecciones presidenciales ante Barack Obama el 6 de noviembre, aunque han empeorado últimamente. Las consecuencias podrían afectar la capacidad del partido para ganar batallas en el Capitolio, además de reorganizarse y atraer nuevos votantes tras una desastrosa campaña electoral.

En mayor medida que los demócratas, el Partido Republicano ha encarado divisiones internas en los últimos años. Empero, los últimos enfrentamientos han sido especialmente agrestes.

“Es decepcionante ver las rencillas del partido”, dijo Ryan Williams, un ex ayudante de Romney. “No nos pone en posición de desafiar al presidente y exigirle que cumpla las promesas que hizo”.

¿Cuál es la principal causa de estas desavenencias? La falta de un liderazgo republicano decisivo y contundente con una visión unificada del partido.

Los republicanos no han tenido un abanderado constante desde que el presidente George W. Bush dejó el poder en 2008 con el país al borde de un colapso financiero. Su partida, sumada a amplias preocupaciones económicas, dio lugar a un movimiento que insufla energía a la base conservadora del Partido Republicano. Al Tea Party se le atribuyen las grandes victorias republicanas en las elecciones legislativas de 2010, pero también lo culpan de la creciente tensión entre las dos alas en el partido, la pragmática y la ideológica. Una enconada discordia que está en marcha.

Era muy similar la situación de los demócratas en la década de 1980 antes de que Bill Clinton irrumpiera para ganar la Casa Blanca y girar su partido hacia el centro del espectro político.

Como candidato presidencial, Romney nunca se ganó del todo el corazón de los votantes más apasionados de su partido. En cualquier caso, su mandato sobre el partido fue de corta duración, ya que ha desaparecido del mundo de la política desde el día de las elecciones.

Los líderes republicanos que siguen comprometidos —Christie, Boehner, el líder de la minoría en el Senado Mitch McConnell y el presidente del Comité Nacional Republicano Reince Priebus — muestran pocos indicios de buscar algún tipo de unidad.

Aquellos en el banquillo de los posibles aspirantes a la presidencia del Partido Republicano en los comicios del 2016, entre ellos el senador de ascendencia cubana por Florida Marco Rubio, el representante de Wisconsin Paul Ryan, y el gobernador de Luisiana Bobby Jindal, han comenzado a replantear sus propias ideas para el partido, a veces opuestas.

Por lo menos en el corto plazo, las divisiones del partido probablemente continuarán al descubierto.

Obama ha esbozado una agenda para su segundo mandato que se concentra en el control de armas y la inmigración, temas que ponen a prueba la solidaridad republicana incluso en los buenos tiempos. Ya existen profundas divisiones entre los republicanos pragmáticos y la base conservadora, que se opone a cualquier restricción sobre las armas de fuego o subsidios para los inmigrantes sin autorización legal.

No está claro si Obama puede explotar las fisuras del Partido Republicano o si la disfunción republicana se convertirá en un obstáculo. Dado que Boehner parece incapaz de controlar su fracturada bancada, la Casa Blanca tendrá que resolver cómo tratar con la Cámara en cualquier asunto que genere divisiones.