Faltar a la escuela — por vacaciones

Esther Cepeda

Columnista

Es ésa época del año. Si uno es maestro en una escuela con una gran concentración de estudiantes hispanos, está dando repasos de fin de año y preparando a los alumnos para los exámenes finales -y hay niños que le dejan saber a uno, poco a poco, que no estarán presentes para esas fechas.

Lo mismo ocurre a comienzos del año escolar y durante las fiestas, cuando los padres sacan a los niños de la escuela para emprender largos viajes de familia. Pero les puedo decir, por experiencia directa, que no hay nada peor para un maestro que superar el receso de la primavera y trabajar duro para terminar el año bien, sólo para ver que sus alumnos empiezan a caer como moscas antes de llegar a la línea final.

Comprendan que no estoy hablando de los hijos de campesinos cuyas familias siguen las cosechas. Llevo su atención a estudiantes de familias económicamente estables como para viajar por placer -o que al menos pueden darse ese lujo cuando surge la necesidad- y que lo pueden hacer legalmente.

La última vez que hice una encuesta de administradores en el sistema de Escuelas Públicas de Chicago, en 2007, me dijeron que aunque la asistencia de los estudiantes hispanos que volvían de las vacaciones de Navidad aún era mala, estaba mejorando. Una lamentable combinación de aumento de violencia en América Latina e intensas redadas en la seguridad fronteriza reforzó el trabajo de las escuelas con los padres, sobre la importancia de que los alumnos asistan a clase durante el año entero.

En verdad, según el National Center for Education Statistics, el porcentaje de alumnos del octavo grado que reportaron perder tres o más días de clase el mes anterior disminuyó significativamente entre 1994 y 2011 (de un 27 por ciento en 1994 a un 21 por ciento en 2011). La asistencia entre los estudiantes hispanos de cuarto grado en estos grupos permaneció estable entre 1994 y 2011.

Esas cifras no indican si el ausentismo se intensifica durante las primeras y últimas semanas de escuela o las vacaciones. Tampoco estoy tratando de implicar que los estudiantes no-hispanos no pierden tiempo de clase. Pero observen que los alumnos de mejor desempeño escolar hoy en día, los estudiantes asiáticos y blancos, también tienen las menores tasas de ausentismo. En 2011, sólo el 11 por ciento de los estudiantes asiáticos o provenientes de las islas del Pacífico del octavo grado, y el 18 por ciento de los estudiantes blancos reportaron perder tres o más días de clase en el mes anterior.

Aún así, la mera cantidad de estudiantes latinos en las escuelas públicas -uno de cada cuatro estudiantes de la primaria- y su característica relación estrecha con el núcleo familiar mayor, para no mencionar las altas tasas de abandono escolar, exigen que se investigue más este tipo de ausencias.

En los distritos de mayoría hispana, la política es clara y dura: “Las vacaciones durante el año escolar no constituyen una causa válida para ausentarse y se las considerará no-excusadas. Se disciplinará a los estudiantes por faltas no-excusadas.” Y, efectivamente, los estudiantes no pasarán el curso si faltan a los exámenes finales.

Un educador, que es hispano y trabaja principalmente con estudiantes latinos, me dijo: “Desde una perspectiva cultural, tengo demasiados padres que no tienen en cuenta la escuela cuando no coincide con sus planes de vacaciones. Los estudiantes siempre tienen más éxito cuando sus padres apoyan académicamente a los niños. Me doy cuenta de que esto es obvio, pero si un niño falta para los finales o a clase durante un período largo de tiempo, eso es lo opuesto de apoyar académicamente a los niños.”