la cumbre de obama

Marielena Salinas

Puerto España, Trinidad y Tobago — No fue la primera aparición del presidente Barack Obama en el panorama mundial. Ya había demostrado sus habilidades diplomáticas en la cumbre del G-20 en Gran Bretaña. Pero la Cumbre de Las Américas en Trinidad y Tobago representaba un reto mucho mayor para él. 33 jefes de estado de su propio continente, muchos de los cuales, tenían un eventual enfrentamiento con Estados Unidos como parte de su agenda. Todos estarían presionando para que estados Unidos elimine el embargo contra Cuba y el presidente venezolano Hugo Chavez, haría lo posible para robarse el show. Sin embargo, desde el momento en que la cumbre empezó, el presidente Obama logró desmantelar un posible ataque. Durante su discurso de apertura estableció el tono de lo que seria una cumbre exitosa y un nuevo comienzo en las relaciones entre Estados Unidos, Latinoamérica y el Caribe. Evitó que el tema de Cuba se convirtiera en un problema enfrentándolo de cara. Y con un sencillo apretón de manos con Chavez domesticó a la bestia y encantó a las multitudes. “Por fortuna el presidente Ortega no me culpó de algo que sucedió cuando tenía 3 meses de nacido,” dijo Obama después que el presidente nicaragüense gastó casi una hora criticando la intervención norteamericana en la región. Reconociendo errores del pasado, Obama dijo a sus colegas que es tiempo de seguir adelante y no de revivir el pasado, y advirtió que Estados Unidos no puede ser culpado por todos los problemas del hemisferio. En tres sesiones plenarias los jefes de estado discutieron los temas de la agenda para intentar sacar adelante asuntos de interés común para todo el continente: Economía, medio ambiente, energía alternativa, seguridad pública y narcotráfico. Pero fueron los temas ajenos a la agenda los que atrajeron la atención e hicieron titulares. El apretón de manos con Chavez, el libro dado a Obama por el presidente venezolano, la Obamanía que prevaleció aún entre los jefes de estado que se salieron del protocolo para tomarse fotografías con el presidente de Estados Unidos. Incluso, Alvaro Uribe de Colombia dijo que enmarcaría una nota que le dio Obama. Hubo, sin embargo, otros hechos sobresalientes fuera de la agenda, el más importante las señales de un cambio en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. En una aparente respuesta a la decisión norteamericana de levantar las restricciones de viaje y envío de remesas para personas con familiares en la isla, el gobernante cubano Raul Castro dijo en Venezuela durante la cumbre del ALBA que está dispuesto a hablar con Estados Unidos acerca de todo, incluso de derechos humanos, libertad de prensa y presos políticos. El presidente Obama respondió diciendo que este podría ser el momento para un cambio en las relaciones con Cuba. En su última conferencia de prensa el presidente dijo que encontraba interesante que muchos de los líderes hablaron de cómo médicos cubanos se han dispersado a través de la región, y sus países dependen de ellos. “Es un recordatorio para nosotros en Estados Unidos que si nuestra única interacción con muchos de estos países es de carácter militar y la lucha contra las drogas, entonces no podemos estar desarrollando las conexiones que pueden, con el tiempo, aumentar nuestra influencia.” Cuba fue el único país que no estuvo presente en la cumbre, reservada tan sólo para gobiernos elegidos democráticamente. No sorprende que algunos conservadores criticaran el desempeño del presidente Obama durante la Cumbre de las Americas, especialmente su inclusive su voluntad de abrir un diálogo con Cuba y su gesto de saludar al combativo Hugo Chavez. A pesar de todo, Obama logró algo muy prometedor: Cambiar la percepción de muchos en nuestro continente de que Estados Unidos es la arrogante Súper-potencia que hasta ahora ha intentado imponer su voluntad.