Los Soñadores

POR MARÍA ELENA SALINAS

Columnista

No hay nada malo con sonar. Gaby Pacheco, Juan Rodríguez, Felipe Matos y Carlos Roa son soñadores. Pero no son de los que los que no hacen nada mas que esperar y esperar a ver si algún día sus sueños se convierten en realidad. Estos cuatro jóvenes inmigrantes se han convertido en símbolo de decenas de miles de jóvenes que se encuentran ilegalmente en este país y no quieren nada más que tener acceso a una educación superior y contribuir al país que ven y sienten como suyo.

Gaby, Juan, Felipe y Carlos a principios de abril recorrieron 1,500 millas a pie desde Miami hasta Washington, D.C., para pedir al Presidente Barack Obama y a miembros del congreso de Estados Unidos que detengan la deportación de jóvenes estudiantes indocumentados y aprueben de una vez y por todas la Ley de Desarrollo, Alivio y Educación de Menores Extranjeros conocida popularmente como DREAM Act, la cual permitiría que tuvieran estatus legal en este país y que realizaran su sueño de asistir a una universidad. En el camino recogieron más de 40,000 firmas en apoyo a su petición.

Se calcula que unos 65,000 estudiantes se beneficiarían anualmente de esta ley. Se trata de jóvenes indocumentados que fueron traídos a este país a una edad temprana por sus padres. La mayoría ven a Estados Unidos como su país y nunca han estado en el lugar donde nacieron. Ahora, ya graduados de la escuela secundaria, desean continuar sus estudios pero no pueden. No se les permite pagar matrículas al costo de ciudadanos o residentes legales y no pueden solicitar asistencia económica.

Además, no pueden trabajar legalmente para pagar sus estudios. Y no se les permite tener acceso a las universidades.

Los “soñadores,” como llaman a estos cuatro jóvenes, son ejemplos vivos de alguien cuyos sueños por un mejor futuro están siendo frustrados por nuestro resquebrajado sistema migratorio. Gaby, quien vino a Estados Unidos a la edad de 7 años desde Ecuador, tiene tres títulos en educación del Miami Dade College. Ella quisiera continuar en la universidad y eventualmente obtener un doctorado para practicar terapia musical y trabajar con niños autistas.

Felipe, nacido en el Brasil, también asistió al Miami Dade College, se graduó con honores, como el mejor en el estado, y estuvo entre los 20 mejores en todo el país. Él quisiera ser profesor, cree en la educación como la única salida de la pobreza pero no puede ir a la universidad.

Carlos tenía solamente 2 años cuando lo trajeron a Estados Unidos desde Venezuela. El nunca regresó y si es deportado, se sentiría como si estuviera en un país extranjero.

De los cuatro, Juan es el único que ha podido obtener estatus legal, no obstante al resto de los miembros de su familia les fue negado el asilo político y tuvieron que regresar a Colombia, devastada por una guerra interna.

El 17 de mayo, otros cuatro estudiantes, tres de ellos indocumentados, fueron detenidos y enfrentan la deportación por protestar en la oficina del senador John McCain en Tucson, Ariz., pidiendo que apoyara el DREAM Act. Una asistente de McCain dijo que el senador entiende la frustración de los estudiantes, pero las “elecciones tienen consecuencias,” y agregó, “ellos debieran centrar sus esfuerzos en el presidente y los demócratas que controlan la agenda en el congreso.”

Sí, las elecciones tienen consecuencias, pero un comentario como ése que proviene del lado de McCain es irónico. El senador de Arizona quien copatrocinó la legislación de reforma migratoria que abría una vía hacia la legalización para los inmigrantes indocumentados que se encuentran dentro del país, ahora resulta ser un partidario de la infame ley de Arizona que convierte en criminales a los indocumentados. Él está librando una cerrada batalla para mantener su asiento en el senado, contra un conocido presentador de un programa radial de entrevistas, con una agenda antiinmigrante.

El DREAM Act ha estado durante años en medio del pantano en que han convertido el debate sobre una reforma migratoria. ¿Debe ser incluido en un paquete de reforma migratoria completa? ¿o ser llevado a votación de manera separada?. Todo lo que podemos hacer es esperar a que nuestros oficiales electos pongan a un lado la politiquería y trabajen juntos para lograr la aprobación del DREAM Act. Estos jóvenes merecen la oportunidad de ser miembros productivos legales de nuestra sociedad, de la que aspiran ser parte. Por ahora, en vez de un sueño, están viviendo una pesadilla innecesaria.