Sentimientos ambiguos con respecto a la caída en desgracia de Chipotle

Esther Cepeda,

The Washington Post

Trato de llevar una vida positiva de buen karma. Pero a pesar de mis mejores esfuerzos, me avergüenzo al admitir que estoy disfrutando, sólo un poquito, con la caída en desgracia de Chipotle Mexican Grill.

Me esfuerzo activamente en no restregarme las manos como una loca ni reírme entre dientes como un villano, cuando me entero de las demandas legales pendientes y la devaluación del 45 por ciento de las acciones de la empresa. Y, dejando de lado las bromas, no hay nada ni de lejos gracioso sobre los que contrajeron salmonelosis, e infecciones por E. Coli y norovirus después de comer en esa cadena.

Pero aún así, siento una pizca de regocijo mezclado con culpa al ver que la pretenciosa marca de comida al paso “saludable” ha quedado manchada. No es que pueda quejarme de su comida—honestamente, nunca la comí, porque nunca tuve un motivo real para hacerlo. Vivo en un lugar en que los propietarios mexicano-americanos de pequeños negocios que ofrecen deliciosos tacos, burritos, guacamole y otros productos hechos a mano, a precios muy asequibles, no escasean. Reconozco que eso denota una especie de esnobismo al revés.

Es una fea admisión de mi parte, pero en una ocasión, hace años, entré en un Chipotle del centro de Chicago y no me gustó lo que vi: hordas de prósperos bohemios, que pronunciaban incorrectamente la palabra náhuatl que designa el chile colorado como “cha-poul-tey”, emocionados por pedir sus “bowls de burritos” (que no es exactamente un plato típico mexicano) con costosos acompañamientos de “guac”. “Guac”—que para mí suena como una arcada que produce náuseas—parece ser la manera en que se designa al “guacamole”, después de que Chipotle lo popularizara en tal manera que ya no era necesario pronunciar todo el término.

En julio del año pasado, cuando el New York Times publicó una lamentable receta de guacamole que incluía chícharos, los puristas, el presidente de Estados Unidos y los mexicanos que no queremos ninguna extraña intromisión en nuestras deliciosas recetas familiares, nos enfurecimos. Secretamente le eché la culpa a Chipotle por convertir al guacamole en el tipo de comida que está en todas partes, haciendo que un diario de la Costa Este sintiera el derecho de modificarla. Pero aunque no puedo quejarme sobre el sabor o la calidad de su comida, Chipotle se las ha arreglado para irritarme de diversas maneras.

En 2011, después de que los Servicios de Inmigración y Control de Aduanas comenzaran a sancionar a las empresas por violar las leyes migratorias, Chipotle se vio obligado a despedir a 450 empleados que eran inmigrantes ilegales. Algunos trabajadores declararon que habían comunicado a los gerentes del restaurante su categoría migratoria, mientras otros se quejaron del tratamiento deficiente que recibieron debido a la falta de documentos. Lo que no está nada bien.

En 2014, Chipotle decidió imprimir cuentos de escritores notables en sus bolsas para la campaña “Cultivar el pensamiento”, pero no pudo encontrar ni un escritor latino para incluir.

Tal fue la indignación de los hispanos que Chipotle se las arregló para encontrar tres escritores latinos cuando retomó la campaña en 2015. Se señaló después a la cadena por esta tarea de “extensión” en una lista de la industria que indica los principales restaurantes que atraen a los hispanos con éxito.

Por último, está el halo de salud. No soy suficientemente elegante para no parar en Taco Bell durante un viaje largo en automóvil en una carretera en medio de la nada. Pero, sin duda, es comida basura—tan auténticamente mexicana como Flamin’ Hot Cheetos, de igual valor alimenticio y sin que nadie pretenda lo contrario. Pero la promesa de Chipotle de “alimentos con integridad”, su marca registrada de “Carne criada con responsabilidad o Tofu orgánico” y su plan de transformar sus tortillas de harina en un producto de harina integral de trigo (mi difunta abuela se hubiera horrorizado), probablemente llevan a la gente a pensar que Chipotle es “sano”.

Como Chipotle se ubica en algunos de los códigos postales más ricos de Estados Unidos, hay que preguntarse: ¿Cuán temida puede ser, realmente, la así llamada invasión de los mexicanos y de su cultura? Estamos hablando de 1.900 locales que nos indican que el crisol de razas está funcionando.