Un paso adelante

Reflexiones

La Raza del Noroeste

En 1948 el Congreso pasó un acta que le permitía a las mujeres tener un status militar y les daba el derecho a los beneficios como veteranas de guerra. Años antes, las mujeres ya habían estado involucradas en las guerras, pero fue hasta entonces que se les otorgó la posibilidad de tener alguna autoridad militar.

La semana pasada, se anunció que finalmente en las fuerzas armadas, las mujeres podrán aspirar a formar parte del equipo de combate, al frente de la línea de fuego.

Para muchos no ha sido fácil este anuncio, Lourdes Alvarado-Ramos, directora de la oficina de Asuntos de los Veteranos en el estado de Washington, dijo que la sociedad esta llena de prejuicios con respecto al papel que debe cumplir y desarrollar una mujer.

La sociedad piensa que las mujeres únicamente pueden jugar un rol maternal, dijo Alvarado-Ramos. “Pero, al igual que los hombres, ellas tienen capacidades para llevar acabo otros papeles”, dijo ella.

Alvarado-Ramos como Letty Tun, quienes nos cuentan su historia en la página principal, son hispanas; ambas formaban parte de dos minorías en las fuerzas armadas, el ser una mujer y ser ‘de color’. Pero su experiencia como minoría racial, no fue una desventaja para ellas durante su tiempo de servicio. Tun dijo que el ser una mujer sí fue desventaja para ella, por no poder aspirar a puestos como ser parte del equipo de combate.

Sin duda, es probable que el número de mujeres que mueren en las guerras aumente ya que el número de ellas en la línea de fuego será mayor, pero las muertes son parte de la guerra. Y la muerte de soldados, sin importar el sexo, es una tragedia nacional.

Lo verdaderamente importante de este anuncio es igualdad, es que todos tengan los mismos derechos al poder decidir que rol quieren tomar en la carrera militar y en la sociedad en general.

Son muchos los años, siglos en realidad, que hemos vivido negando a la mujer oportunidades a las que tiene derecho, bajo el argumento de querer protegerla, este es un paso hacia delante de nuestra civilización, porque deja la decisición de combatir o no en la manos que debe de estar, las de la mujer misma.