Ay, amor!

Agencia Reforma

Para todos aquellos que han pensado en el amor como una droga, un especialista en Estados Unidos cree que sí lo es, pues sus efectos pueden explicarse a través de una serie de procesos neuroquímicos que suceden en áreas específicas del cerebro.

Larry Young, especialista del Centro Nacional de Investigación sobre Primates, en Estados Unidos, explica en la más reciente edición de la revista Nature que reducir el amor a sus partes componentes nos ayudará a entender la sexualidad humana y puede conducir al desarrollo de medicinas que realcen o disminuyan el amor por el otro.

“Si esto es cierto, ya no tendríamos que depender de las ostras o el chocolate como afrodisíacos. En vez de eso, sería posible que los científicos desarrollaran afrodisíacos químicos que harían que nos enamorásemos de la primera persona con la que nos cruzáramos”, reflexiona Young.

Y a aquellos que se enamoran de quien no deben, se les podría dar un antídoto contra un amor inadecuado. Incluso se podría llegar a realizar un “test del amor” para saber si dos personas están predispuestas a tener una vida en común feliz, advierte el investigador.

Los modelos animales han ayudado a comprender el mecanismo que regula las emociones, particularmente aquellas como el temor y la ansiedad. Estos avances han permitido a los farmacéuticos desarrollar terapias contra las fobias o el estrés post traumático.

“No sé si seremos capaces de entenderlo totalmente, pero creo que nuestras emociones han evolucionado de comportamientos y emociones que provienen del reino animal”, señala el científico.

De hecho, Young sostiene que la manera en que una madre quiere a un hijo es semejante a la que una madre chimpancé o una rata sienten por sus crías.

No es amor… es oxitocina

En varias especies animales los científicos han descubierto que una sustancia química, la oxitocina, es la responsable de desarrollar el vínculo entre la madre y su hijo y el profesor Young cree que es muy posible que el mismo proceso suceda en los humanos.

“Lo que pasa es que cuando experimentamos esas emociones son tan intensas que no podemos imaginar que se trata tan sólo de una serie de procesos químicos”, aseguró.

Los investigadores han descubierto que la oxitocina es la responsable de vincular a los ratones de campo, que como los humanos crean un fuerte vínculo entre ellos durante un largo tiempo.

También se han realizado estudios en humanos que muestran que la oxitocina incrementa la confianza y la habilidad de comprender las emociones en los otros.

Así que Young asegura que tiene sentido pensar que el mismo tipo de molécula está involucrada en fortalecer los vínculos entre las personas.

El científico cree que también hay otras sustancias químicas responsables de fortalecer ese vínculo, así que tan sólo se debe investigar más para averiguar cuáles son.

“Estoy seguro de que esto es sólo el principio. Hay cientos de moléculas de señalización que actúan en áreas diferentes del cerebro. Creo que algún día entenderemos mejor cómo interactúan todas esas sustancias químicas en áreas especificas del cerebro que tienen la función de hacer surgir esas emociones complejas”, reporta Young. Ahora Young tendrá que discutir con los científicos que no están de acuerdo con su teoría de que el amor depende tan sólo de sustancias químicas.

Según el especialista, se sabe por estudios realizados con humanos que las mujeres que han experimentado abuso o negligencia al inicio de su vida tienen unos menores niveles de oxitocina en el cerebro.

“Sea como fuere, los recientes avances en la biología nos indican que no estamos lejos de que algún pretendiente inescrupuloso pudiera adquirir en la farmacia una ‘porción de amor’ y ponerla en nuestra bebida. Y si lo hiciera, ¿podremos protegernos? Después de todo, el amor es una enfermedad”, concluye el especialista.