Combatir obesidad sí se puede

Georgina Montalvo

Agencia Reforma

Caber apenas en una silla o en el inodoro, no poder pasar a otro sitio porque el espacio libre queda angosto, ver imposible caminar al mismo ritmo que el grupo de amigos o tener que pagar primera clase en un avión para entrar en el asiento, son algunas de las situaciones incómodas que pasan personas con obesidad.

¿Por qué no cambian si es muy molesto lo que viven? Para Benjamín Domínguez, del Departamento de Psicología de la Salud de la UNAM, esto se debe, en parte, a que la sociedad es producto de una tradición racionalista en la que se asume que el ser humano puede tener control absoluto sobre todo.

“Este mito de control sobre nuestro propio cuerpo, sensaciones y pensamientos no tiene fundamento. Y lo observamos sobre todo en nuestros hábitos alimenticios. Si nos apetece una comida es sumamente difícil abstenerse de comerla, incluso si sabemos el daño que nos produce el consumo de carbohidratos o azúcares”, comenta.

Indica que los humanos están “programados” para resistir la escasez que se ha repetido en diversas etapas de la historia, el problema es que “somos sumamente frágiles al repertorio de comida que tenemos”.

“Ahora es muy difícil que una persona se muera de hambre, se mueren más por abundancia”, comenta.

Explica que enfrentar o vivir con obesidad es sumamente complejo y, en varios casos, la apariencia de los “gorditos simpáticos y buena onda” esconde un malestar de todos los días.

Ver limitada su capacidad física para realizar algún trabajo, desplazarse con dificultad de un lado a otro, el estigma al que deben sobrevivir y, que los limita para establecer relaciones interpersonales, con la sociedad o para conseguir trabajo, son situaciones que Mauricio Sierra, cirujano bariatra del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición (INCMN), sabe que sus pacientes deben enfrentar día con día.

Entre los psicológicos se encuentran problemas de ansiedad, angustia y depresión, que explicarían porque quienes padecen obesidad, con las limitaciones que ello implica, siguen comiendo, considera Sierra.

El ambiente, ya denominado como “obesigénico”, tiene un gran peso. En éste abundan los alimentos altos en calorías, los cuales son más baratos, y están fácilmente disponibles para la población, los trabajos son cada vez más sedentarios y hay poco tiempo y espacio para realizar actividades físicas, entre otros factores.

Dolor social

Las personas con obesidad viven en una permanente contradicción, asegura Domínguez. Igual que los adictos o quienes tienen otras enfermedades crónicas, quieren ejercer control sobre su enfermedad, y aunque a veces lo logran, la realidad los contradice, por ejemplo, con el ambiente obesigénico en el que se desenvuelven.

“Para ellos es muy doloroso, muy difícil de controlar y esto eleva su nivel de estrés y éste lo que hace es hacerlos terminar de perder porque pueden comer por ansiedad.

“Necesitamos comprender más cómo el componente emocional, que regula lo que nos gusta y lo que no, participa en los hábitos alimenticios de las personas”, explica el psicólogo.

El ser señalados o distinguirse de los demás por la obesidad es una situación muy difícil de manejar emocionalmente para estas personas.

Acompañamiento psicológico

Quienes padecen obesidad e intentan una y mil dietas para perder kilos, pueden no lograrlo porque precisamente el componente emocional de su enfermedad es fuerte.

Sin embargo, en los casos en los que se sigue un plan alimenticio a la par de un trabajo psicológico se pueden obtener mejores resultados y hacer que sean permanentes.

“Cualquier persona que vaya a someterse a una cirugía bariátrica (para reducir un número excesivo de peso), tiene que ser evaluada primero por los psicólogos, la idea es que detecten qué problemas existen en su esfera familiar y social, pues para lograr que la estrategia sea exitosa, el paciente debe tener el apoyo de la familia, pero desgraciadamente a veces los familiares son los principales detractores”, comenta Sierra.

La ola expansiva

Si bien la promoción de estilos de vida saludable cada vez es más amplia, también existen factores diversos que imposibilitan la adopción de éstos.

Uno de ellos es que cuando hay una persona con obesidad en casa, no suele ser la única, especialmente si se trata de papá o mamá.

“La obesidad es una manera de vivir, son una familia y esto influye en la forma como comen los niños, ellos ven que su familia está así y lo ven como normal.

“Pero el niño gordito y feliz no existe. Estos niños tienen una calidad de vida peor que la que tiene un paciente adulto con una enfermedad terminal, porque son marcados con varios estereotipos y no tienen amigos fácilmente”, explica Sierra.

El “heredar” a los hijos ese ambiente es, de alguna manera, condenarlos al estigma por el resto de sus días, pues está comprobado que los niños con obesidad tienen 80 por ciento de posibilidades de ser obesos en la vida adulta. Igual que ante todo problema, reconocer que existe es básico para empezar el cambio, coinciden los especialistas.

A partir de ahí, la visita a un bariatra, un nutriólogo o un psicólogo puede abrir el panorama de opciones para lograr la modificación del estilo de vida y, sobre todo, hacer que sea permanente.

En el trabajo

Para las empresas las personas con obesidad son de poco interés, asegura Alfonso Del Valle, director de la consultoría Crecimiento Sustentable.

“Bajo criterios que se están adoptando en todo el mundo, creen que son personas con problemas de imagen, con falta de estilo, desanimadas, además de que la prefieren esbeltas, ágiles y eficaces.

En términos económicos, las personas obesas representan un riesgo de costo para las empresas por las enfermedades crónico degenerativas que pueden desarrollar, lo que al final deriva en un bajo desempeño.

Ahora, agrega, parte del éxito de las empresas es tener una estrategia en la que el objetivo sea cuidar la salud de su personal.

“Los empresarios empiezan a darse cuenta que el 99.9 por ciento de su éxito está en la gente, las trasnacionales ya lo saben y lo más sencillo es empezar promoviendo actividades físicas como organizar torneos para los trabajadores”, sugiere.