No se haga ‘rosca’

Agencia Reforma

La Rosca de Reyes es el platillo primordial de la noche del 5 de enero. Si bien su origen se remite a las celebraciones paganas, su presencia en las mesas está asociada con el máximo acontecimiento de la cultura occidental, el nacimiento de Jesucristo y la adoración de los Reyes.

Harina, mantequilla, huevo, azúcar, levadura, sal, agua de azahar, anís, además de frutas como el acitrón, el higo, son componentes esenciales de la Rosca de Reyes, herencia española que cobró amplio arraigo en México y entró en sintonía con el espumoso chocolate, bebida típica de los sabores nacionales. La preparación de estos panes se remonta a la Edad Media. Los religiosos transformaron las antiguas fiestas de los romanos, que conmemoraban un nuevo ciclo anual, en un festejo de exaltación del nacimiento de Cristo. En aquellas celebraciones invernales se comenzaron a elaborar, y a repartir entre los más pobres, unos panes redondos hechos con miel, higos y dátiles.

En su interior se introducía un haba seca. Aquél que fortuitamente la recibiera era nombrado “Rey Haba” obteniendo distintos privilegios durante varios días.La costumbre se afianzó plenamente en países como Francia, con el detalle de favorecer casi siempre a los necesitados. El rey hispano Felipe V, de origen francés, importó a España en el siglo 18 la costumbre de la preparación de estos panes. El monarca, sin embargo, los “ennobleció”, transformándolos en una rosca navideña cubierta de frutas glaseadas, dotada además de alguna sorpresa en su interior, para mayor diversión de los cortesanos.

La rosca muy pronto se popularizó, llegando a la Nueva España, donde se asoció directamente con los motivos de la fe católica y cobrando un especial simbolismo. La original forma redonda del pan expresa la naturaleza de Dios, que no tiene principio ni fin; las frutas dulces presentes en la decoración manifiesta la gracia traída por Jesucristo; el muñequito escondido representa naturalmente al Niño Jesús, la figura más preciada.

Su encuentro, expresa la tradición, es motivo de gozo, por lo que el afortunado debe compartir el hallazgo con una fiesta el próximo 2 de febrero, día de la Candelaria, o de la presentación del Señor.

No existen datos concretos sobre la época en que se incorporó en México el uso de la figurita del Niño Dios, sin embargo originalmente era de porcelana. La tradición marcaba que quien lo hallaba se convertía en su “padrino”. Una de las obligaciones era presentar en la iglesia, el día de la Candelaria, al niño Dios de la casa donde se había partido la rosca, además de solventar la fiesta con tamales y atole.

El gusto por esta fiesta motivó nuevas variantes, siempre con la idea de hacerla más divertida. En algunos lugares, por ejemplo, se tenía por costumbre esconder un anillo dentro del pan, que significaba boda próxima para el que lo hallara. También solía colocarse un dedal, que pronosticaba por el contrario una larga soltería.Otra modalidad era nombrar “rey de la fiesta” a quien hubiera encontrado el muñequito.

En ese caso, el afortunado podía escoger a una reina o a un rey, con quien asumiría el irrevocable compromiso de servir los tamales el 2 de febrero siguiente.

El afianzamiento de esta celebración en México es evidente, gracias a eso, este pan se ha convertido en uno de los alimentos de celebración más importantes del año.