Quemado por el trabajo

Ramón Clériga

Agencia Reforma

Cada vez más, los afectados expresan agotamiento, depresión o estrés, causas principales del ausentismo laboral.

Esta afección suele aparecer cuando existe un desequilibrio entre las expectativas que el profesional tiene con la cruda realidad que siente en su trabajo cotidiano. Esto origina una desadaptación profesional que ocasionará graves perjuicios tanto para el trabajador como para los usuarios de sus servicios.

LOS VULNERABLES

Las personas idealistas, optimistas y entregadas excesivamente a su trabajo son las que tienen mayores probabilidades de sufrir este síndrome, que es más frecuente en las mujeres, en personas sin pareja o con poco apoyo familiar y durante los primeros años de ejercicio profesional.

En este contexto se ha observado que quienes más rinden son las que más expuestas están al síndrome de agotamiento y desmotivación en el trabajo. Así, ser laboralmente bueno se puede convertir en cierta medida en riesgo y frecuentemente quienes hacen bien su trabajo reciben en seguida un nuevo proyecto.

El desencadenante suele ser el volumen de trabajo constante, la presión temporal, la falta de espacio para desarrollar ideas propias y el cumplimiento de varias tareas de forma paralela.

Además, las personas que sufren el síndrome no suelen ser capaces de desconectarse del trabajo, siempre están disponibles y como su tiempo de trabajo se mezcla con el tiempo libre, les faltan los fundamentales periodos de descanso

LAS FASES

Inicial, el entusiasmo. Esta aparece cuando nos ofrecen un nuevo puesto de trabajo y en el que tenemos puestas grandes perspectivas de futuro. En este momento experimentamos un gran entusiasmo, con un sentirnos llenos de energía e incluso no nos importa estar más tiempo del habitual en el trabajo.

Estancamiento. A pesar nuestro, gradualmente nos damos cuenta de que las perspectivas de futuro tan positivas que teníamos no se cumplen. Empezamos a dar vueltas a las cosas, hasta llegar al punto en el que sentimos que la relación que existe entre el esfuerzo y la recompensa no está equilibrada.

En este momento, aparece, irremediablemente, un problema de estrés psicosocial, con lo que nos sentiremos incapaces de dar respuestas eficaces ante los problemas cotidianos del trabajo.

Frustración. Llegado este punto, como cada vez estamos más desmotivados con nuestro trabajo y el entorno que le rodea, aparecen sentimientos desagradables con una mezcla de frustración y desilusión. Aquel trabajo que nos parecía maravilloso ya nada tiene que ver con lo que experimentamos ahora, ya no tiene ningún sentido, nos irritamos fácilmente con cualquier cosa y aparecen los problemas con el resto de compañeros. Las cosas comienzan a ponerse mal, incluso puede empezar a fallar nuestra salud e incluso nos pueden surgir problemas fisiológicos como dolores de cabeza, abdomen, etcétera.

Apatía. La situación se vuelve casi insostenible, como una especie de defensa cambiamos actitudes y conductas; por ejemplo, si trabajábamos en contacto directo con un público, nos comportamos de forma distante con los clientes, alumnos, pacientes y de forma mecánica evitamos las labores estresantes o directamente nos vamos para no hacerlas.

Quemado. Así, se llega a tocar fondo, nuestra psique y nuestro cuerpo deciden una interrupción, nos da un colapso emocional e intelectual que conlleva importantes consecuencias para nuestra salud. Esta situación nos puede empujar a dejar el empleo y a una vida profesional con frustración e insatisfacción.

Primeras señales

El síndrome de burnout afecta al sujeto que la padece en su estado emocional y físico. Los indicadores más comunes son: ansiedad, tedio, depresión, cefaleas, insomnio, trastornos gastrointestinales y alteraciones de la conducta, que en ocasiones pueden llevar a diversas adicciones .

De esta manera, el desgaste profesional constituye un problema de gran relevancia psicosocial en nuestros días, que conlleva por una parte grandes costos económicos a la empresa o dependencia y por otro lado graves trastornos emocionales, familiares y de salud en quienes lo padecen, mermando peligrosamente la calidad de vida.

Ante esto cabe preguntar: ¿podemos hacer algo con el síndrome del burnout? Sin duda, aunque estar “quemado” es difícil de prevenir y de tratar. No obstante, todos los profesionales asistenciales, especialmente los de la educación y la salud e incluso los altos ejecutivos, deberían contar con programas institucionales, cuando menos, para comprender y atender el estrés y las relaciones interpersonales.

¡Alerta!

El desgaste profesional se caracteriza por:

•El agotamiento emocional del profesional.

•La deshumanización, es decir, el desarrollo de conductas insensibles tanto para con los usuarios de sus servicios como con los propios compañeros de trabajo.

•La tendencia del trabajador a evaluar su propio

trabajo recalcando su falta de realización personal.

•El riesgo de que el profesional “quemado” desarrolle alguna adicción.