¿Te carcome La Culpa?

Ramón Clériga

Agencia Reforma

Este sentimiento está ligado a momentos del pasado, como las prohibiciones parentales, que limitan la acción. Pero a la vez, el sentimiento de culpa, también, nos puede hacer recapacitar y mover hacia una reflexión saludable y a la búsqueda de una mejor acción. La culpa es la desazón que sigue a la transgresión de un tabú, el sentimiento de culpa es algo fatalmente inevitable y producto de la existencia de una estructura psicológica, en parte consciente y en otra inconsciente, y que constantemente nos controla, juzga y censura. Así, la culpa es un elemento fundamental y común a todos los seres humanos.

La cultura de la culpa engendra fantasmas que inmovilizan muchas energías internas, dado que nos deja anclados en el pasado, en la huella del regaño, la amenaza o el grito de los padres, en la no-acción, pero a su vez el sentimiento de culpa también nos puede hacer reflexionar y mover a distintas alternativas. Todo es cuestión de equilibrio y de cómo lo procesamos en nuestro interior. Así, este sentimiento está relacionado con la construcción de nuestra particular moral y se basa en aquello que es “bueno y aceptable” y en lo que no lo es.

En la cultura de la culpa se fomenta un modelo de persona poco madura, ya que, en determinados casos la culpa puede dificultar conductas que nacerían de la libertad. Quizá sería importante plantear un modelo de persona y sociedad que fomentara menos la culpa y más la responsabilidad.

MENSAJES EN CLAVE

El sentimiento de culpa nos informa de que hemos sido incoherentes con nuestras propias normas o criterios éticos y de que estamos en conflicto.

Nos advierte de que la acción o lo que no hemos hecho, ha tenido un impacto doloroso o consecuencias que han perjudicado a alguien. Nos mueve a reparar el daño o a pedir disculpas. También nos puede indicar que nos hemos inmiscuido en la vida de otros o que no hemos respetado su espacio emocional y vital.

A veces podemos sentir remordimientos después de haber tratado de forma ligera cosas importantes o bien cuando hemos hablado con mala fe de alguien o si hemos guardado silencio cuando deberíamos haber dicho algo o en el momento oportuno.

De esta manera, valoramos el que nuestra conducta no ha sido ética, pero el dejar que el remordimiento tenga el control sería como añadir una segunda equivocación a la primera. Si hemos provocado un daño, lo mejor que podemos hacer es pensar en cómo resolverlo y efectuar los cambios convenientes.

EL AUTOENGAÑO

Si no procesamos este sentimiento, se produce una disminución del respeto hacia uno mismo, a la vez que, en muchos casos, se pone en marcha el mecanismo de autoengaño con el fin de restaurar un equilibrio aceptable en nuestro interior y disminuir el conflicto que tenemos con nosotros mismos.

El autoengaño puede consistir en considerar que el otro merece lo que le hemos hecho, que él es el culpable, que no podíamos haber hecho otra cosa, que de alguna forma ha sido el causante de su desgracia o que hemos actuado por su propio bien.

LA CESIÓN DEL CONTROL

Si pensamos así: “Entonces no soy culpable, no tengo ninguna responsabilidad sobre lo que ocurre y si me lo llego a creer estoy salvado”, el problema es que un control total de la situación sólo se da contadas veces; si bien a veces no podemos controlar lo que sucede, existe la posibilidad de decidir nuestra actitud ante lo que vivimos y hasta cierto punto, escoger de forma responsable nuestra conducta.

La cuestión es que no siempre estamos dispuestos a pagar el precio que esta posición conlleva y preferimos convencernos a nosotros mismos de que no había nada que hacer.

El funcionamiento de este mecanismo depende de qué dosis de autoengaño seamos capaces de tolerar. Quizá desaparezca, transitoriamente, el sentimiento de culpa, pero con la proyección de nuestro problema a otro, se ha iniciado la represión emocional.

En algún lugar de nuestro interior se ha archivado un tema pendiente que, aunque no seamos conscientes de ello, sigue haciendo su curso, pudriéndose, pero tarde o temprano nos llegará la factura y pagaremos un precio con altos intereses.

Los remordimientos nos avisan del hecho de que estamos en conflicto. A partir de ahí podemos dar el siguiente paso y reflexionar sobre lo que sucede o entrar en la espiral del remordimiento, ansiedad, angustia y autoflagelamiento.

Esto nos puede llevar a la enfermedad física o emocional, si no damos los pasos necesarios para realizar una clarificación y procesamiento de la culpa.

*El autor es psiquiatra y psicoanalista. Comentarios:

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