La vida y la muerte de un astro de la comedia

HAVEN DALEY y HILLEL ITALIE,

Associated Press

Era el tipo más gracioso de la sala, y por eso les resultaba tan difícil a sus amigos y admiradores aceptar que bajo esa fuente de energía frenética y aparente buen humor eterno residían demonios tan oscuros que llevarían a Robin Williams al suicidio.

No era un secreto que el actor ganador de un Oscar lidió por años con brotes periódicos de consumo de drogas o alcohol y depresión: él mismo hacía referencia a ello en sus rutinas de comedia. Pero la noticia de su suicidio el lunes en su casa en el área de la bahía de San Francisco dejó tanto a sus amigos en Hollywood como a sus vecinos en el vecindario de Tiburón igualmente pasmados y afligidos.

“Fue tan repentino y él era un tipo maravilloso, es una pérdida enorme para toda la comunidad”, dijo Daniel Jennings, quien vive al otro lado de la calle de Williams en el tranquilo barrio donde el actor a menudo fue visto montando bicicleta y deteniéndose a hablar con sus vecinos. Algo que nunca hizo, dijeron, fue actuar como una celebridad.

Las autoridades dijeron que una investigación preliminar determinó como causa de muerte el suicidio por asfixia. Williams tenía 63 años.

“Esta mañana perdí a mi esposo y mi mejor amigo, al tiempo que el mundo perdió a uno de sus artistas más queridos y seres humanos más bellos.

Estoy totalmente abatida”, dijo la esposa de Williams, Susan Schneider. “En nombre de la familia de Robin, pedimos que se respete nuestra privacidad durante este momento de profundo dolor. Cuando se le recuerde, esperamos que no se concentren en la muerte de Robin sino en los innumerables momentos de alegría y risa que dio a millones”.

Sus problemas nunca parecieron afectar su talento

Desde que saltó a la fama a fines de los 70 como el extraterrestre en la exitosa serie televisiva “Mork & Mindy”, hasta sus monólogos teatrales y numerosas películas taquilleras, el pequeño actor de pecho fuerte despotricó y gritó como si acabara de salir de una celda de aislamiento.

Ruidoso, rápido y frenético, parodió a todos, desde John Wayne hasta Keith Richards, imitando a un inmigrante ruso con la misma facilidad que a una jauría de perros nazis.

Fue una bomba vestido de señora en “Papá por siempre”, o como un genio en la cinta animada “Aladdin”.

Curiosamente, ganó su Oscar en un papel dramático, aunque igualmente intenso, como profesor en la película de 1997 “Mente indomable”.

Ganó Globos de Oro por “Buenos días, Vietnam”, “Papá por siempre” y “The Fisher King” (“Pescador de ilusiones”).

Sus créditos también incluyeron “Popeye” de Robert Altman (un gran fracaso de taquilla), “Moscú en el Hudson” de Paul Mazursky, con la actriz cubano-venezolana María Conchita Alonso; “Hook” de Steven Spielberg y “Deconstructing Harry” (“Los enredos de Harry”) de Woody Allen.

Más recientemente, Williams apareció en las cintas de “Night at the Museum” (“Una noche en el museo”), interpretando al presidente Theodore Roosevelt en las comedias en las que el guardia de seguridad interpretado por Ben Stiller debe lidiar con figuras de cera que cobran vida y siembran el caos cuando el museo cierra. La tercera película de la serie está en posproducción, según la Internet Movie Database (www.imdb.com).

En abril, Fox 2000 dijo que estaba desarrollando una continuación para “Papá por siempre” y Williams estaba en conversaciones para participar en la producción.

Williams también volvió brevemente a la televisión el año pasado con “The Crazy Ones” de la CBS, una serie de comedia sobre un padre y una hija al frente de una agencia de publicidad, que protagonizó con Sarah Michelle Gellar. El programa se canceló luego de una temporada.

Con la noticia de su deceso, llegaron los homenajes dentro y fuera del mundo del espectáculo.

“Robin Williams fue un aviador, un doctor, un genio, una niñera, un presidente, un profesor, un Peter Pan con todos los cañones, y todo lo demás.

Pero era único en su especie. Llegó a nuestras vidas como un extraterrestre, pero terminó tocando cada elemento del espíritu humano. Nos hizo reír.

Nos hizo llorar. Le dio su inconmensurable talento libre y generosamente a aquellos que más lo necesitaban, desde nuestras tropas apostadas en el extranjero hasta los marginados en nuestras propias calles”, dijo el presidente Barack Obama en un comunicado.

Nacido en Chicago en 1951, Williams recordaba que era un chico tímido que hacía reír a su madre con una imitación de su abuela. Empezó a superar la timidez en la secundaria, donde ingresó al club de teatro, y luego fue aceptado en la Academia Juilliard, donde en varias clases él y Christopher Reeve fueron los únicos estudiantes y John Houseman el profesor.

Alentado por Houseman a dedicarse a la comedia, Williams se identificó con los más salvajes y rabiosos intérpretes: Jonathan Winters, Lenny Bruce, Richard Pryor, George Carlin. Sus actos no eran cálidos y encantadores. Sólo eran ellos mismos.

“Uno ve el mundo y ve lo aterrador que puede ser a veces y aun así intenta lidiar con el temor”, dijo en 1989. “La comedia puede lidiar con el temor y aun así no paralizarte ni decirte que se irá. Uno dice, ok, tenemos varias opciones aquí, podemos reírnos de ellos y entonces una vez que te ríes de ellos y expulsas el demonio, puedes lidiar con ellos. Eso es lo que hago cuando actúo”.

Williams era capaz de manejar un guion, cuando quería, así como de improvisar en cualquier situación. En una gira de promoción por “Despertares”, cuando la directora Penny Marshall dijo por error que la acción tenía lugar en un “hospital menstrual” en lugar de un “hospital mental”, Williams se apresuró a decir que era una “pieza sobre un período”.

Ganador de un Grammy en el 2003 al mejor álbum de comedia hablada por “Robin Williams — Live 2002”, comparó una vez sus presentaciones unipersonales con su ejercicio matutino en el que cruzaba al trote el puente Golden Gate de San Francisco. A veces se inclinaba sobre la baranda, y mientras por un lado tenía miedo, por el otro estaba convencido de que era capaz de volar.

Además de su esposa, Williams deja a su hija Zelda, de 25 años; y sus hijos Zachary, de 31, y Cody, de 22.

Una prolongada batalla

Staff

Agencia Reforma

Robin Williams sostuvo una prolongada batalla con su adicción a la cocaína y el alcohol, de acuerdo con The Hollywood Reporter.

Hace unas semanas ingresó por su propio pie a un centro de rehabilitación, pero no era la primera vez que lo hacía, pues sus excesos iniciaron 30 años atrás.

La primera vez que se supo de su problemática fue a principios de los 80, tras su ascenso a la fama en la serie de TV Mork and Mindy.

“Para mí, la cocaína era un lugar para ocultarme. La mayoría de la gente se pone hiperactiva con la cocaína. A mí me desaceleraba”, declaró Williams a People en 1988, según recordó la propia revista en un artículo del 2006 que narraba cómo el actor había buscado tratamiento por su alcoholismo.

Williams se encontraba con John Belushi aquella noche de parranda con alcohol y heroína en la que el astro de Saturday Night Live! sufrió la sobredosis que terminó con su vida.

La muerte de Belushi y el embarazo de Valerie, la entonces esposa de Williams, quien esperaba al hijo de la pareja, Zak, obligaron al comediante a dejar de golpe la cocaína y el alcohol.

“La tragedia de Belushi fue escalofriante”, declaró Williams a People. “Su muerte asustó a todo un grupo de personas en la farándula. Provocó un gran éxodo de las drogas. Y para mí, venía un bebé en camino. Sabía que no podía ser un padre de familia y llevar ese tipo de vida”.

Sin embargo, tras 20 años de sobriedad, Williams volvió a las terapias por alcoholismo, en 2006, y declaró a The New York Times que no había confrontado las problemáticas subyacentes de su adicción.

Su hijo Zak fue parte integral en la decisión de Williams de volver a la sobriedad.

La estrella de Jumanji entró al centro de tratamiento Hazelden Springbrook, en Oregon, en agosto del 2006; dos meses después dio cuenta de su batalla en una entrevista que concedió a Diane Sawyer, en Good Morning America. Pero no salió avante.

“La misma voz que te dice ‘sólo uno’. Y la idea de un solo trago para alguien quien no tiene tolerancia a ello, ésa no es una posibilidad”, dijo Williams a Sawyer.

Apenas el año pasado, el actor detalló a la revista Parade cómo recayó una vez más.

“Un día, entré a una tienda y vi una botellita de whisky Jack Daniel’s. Y luego esa voz, yo la llamo el ‘poder más bajo’, me dice, ‘oye, sólo una probadita. Sólo una’. Lo bebo, y hubo ese breve momento de ‘¡estoy bien!’ Pero las cosas escalaron tan rápido”.

Mel Gibson fue quien incitó a Williams a buscar ayuda. Y éste le tomó la palabra.

En esos días, la representante del comediante dijo a The Hollywood Reporter: “él ha estado trabajando duro y ahora tiene un receso en su agenda, así que quiere regresar y ser lo mejor que puede ser. Ésta es su versión de un retiro”.