Los migrantes pagan un precio alto

Esther Cepeda

Columnista de The Washington Post

CHICAGO – Como todos los migrantes, los 5 millones de negros, que se calcula que emigraron del sur al norte del país durante la Gran Migración, buscaban una vida mejor. Muchos de ellos la encontraron —pero la disfrutaron menos años.

Ese fenómeno, desconocido anteriormente, fue revelado recientemente por un grupo de economistas en un estudio liderado por Duke University. Los autores piensan que su estudio es el primer intento por establecer una conexión entre la Gran Migración y la mortalidad.

“Estábamos buscando una verdad incontrovertible sobre el bienestar en el seno de esta gran migración,” me dijo el coautor Seth Sanders. “Y todos concordamos en que vivir una vida mejor con oportunidades mejores conduciría a una mayor longevidad. Pero lo que aprendimos es que nada es tan claro. Nos llenamos de asombro cuando hallamos exactamente lo opuesto.”

Los investigadores hallaron que si un hombre afroamericano vivía hasta los 65 años, las posibilidades de llegar a los 70, si se quedaba en el sur, eran de un 82,5 por ciento; pero si emigraba al norte, sus posibilidades de sobrevivir hasta los 70 caían a un 75 por ciento.

Para una mujer afroamericana que viviera hasta los 65 años, las posibilidades de llegar a los 70, si se quedaba en el sur, eran del 90 por ciento; si migraba al norte, caían a un 85 por ciento.

Las causas comunes de muerte entre los migrantes —que fueron determinadas por un análisis que utilizó la proximidad del lugar de nacimiento con los ferrocarriles—fueron las enfermedades cardiovasculares, el cáncer de pulmón y la cirrosis hepática.

Los investigadores piensan que el intento de aclimatación a la vida urbana y a otros factores estresantes causó que muchos migrantes adquirieran hábitos perjudiciales, como fumar y beber.

“Lo que es interesante en esto es que tendemos a pensar que ciertos hábitos, como fumar y beber, son más preponderantes entre los pobres, pero ése es un fenómeno relativamente reciente,” dijo Sanders.

“Históricamente, ese tipo de hábito estaba más limitado a los prósperos, que podían pagar esos lujos. Podría haber habido algunos aspectos de aspiración en el hecho de que estos migrantes adoptaran hábitos de aquellos con un estándar de vida más alto, pero no tenemos certeza de eso.”

Esperaba que los autores hablaran de los factores estresantes mentales y emocionales que podrían haber experimentado estos migrantes una vez que, establecidos en su nuevo destino, se dieran cuenta de que el nuevo hogar no era la tierra prometida que imaginaron inicialmente.

El elogiado escritor Richard Wright dijo en una ocasión: “El norte simbolizaba para mí todo lo que no había sentido ni visto; no tenía relación con lo que existía en la realidad. Sin embargo, imaginar un lugar donde todo es posible, mantuvo la esperanza viva en mí.” No es difícil imaginar que un cierto nivel de desilusión con las duras realidades del norte los afectara.

“Trato de ser muy cuidadoso sobre lo que podemos decir, porque sólo podemos hablar de las cosas que podemos medir,” dijo Sanders. “Sabemos de qué moría la gente, pero no podemos establecer una correlación de ese dato con otros factores.

Ojalá pudiera decirle que se relacionaba con la discriminación o con viviendas más pobres o con el hecho de que, aunque sus ingresos eran mayores, el costo de vida era también superior. Pero simplemente, no lo sabemos, porque no hay medidas directas sobre cuán estresadas les parecieron sus vidas.”

Parece paradójico, porque este grupo de personas que vino al norte, en general, encontró mejores trabajos, mejor educación y mayor acceso a la asistencia médica.

Pero no hay duda de que incluso una situación más próspera no logra suavizar completamente el dolor de dejar atrás una comunidad establecida y más familiar, aunque no mejor.

Estas conclusiones tienen implicancias para migraciones similares de la actualidad en todo el mundo, donde la gente abandona comunidades rurales en busca de una vida mejor en zonas más urbanas, aunque las implicancias sean en cierto modo un misterio.

“Es una prueba de lo complicado que es el bienestar”, dijo Sanders. “Quizás vivieran vidas más breves, pero mejores. No lo sabemos.”