No hubo robo en la final

Juan Villoro,

Agencia Reforma

MÉXICO, DF .- México había ganado seis veces la Copa de Oro sin que nadie se enterara. Ese torneo no cambia la historia del futbol.

Sudar en el tórrido verano de Estados Unidos sirve para descubrir lo que sólo aparece bajo presión. Fue novedoso saber que los árbitros nos pueden ayudar y que eso nos humilla. En la semifinal, el árbitro Mark Geiger nos regaló un penalti, desconcertando a una nación acostumbrada al infortunio ante la justicia. Nuestra opinión pública repudió ese triunfo.

El “medidor Geiger” registró algo curioso: preferimos ser víctimas heroicas a ganar de chiripa. Aunque sabemos que el destino nos debe una, no queremos que un error nos favorezca. Acaso por vivir en un país sin ley detestamos que también en la épica haya transa, así sea en nuestro favor.

La final planteaba una incógnita: ¿Qué tan mal podíamos triunfar? Ciertas diversiones mexicanas obligan a sufrir: los toques eléctricos, el exceso de picante y el futbol nacional. La noción de victoria tenía algo espurio. ¿Eso nos gustaba o disgustaba?

Guardado inició el triunfo con un gol memorable y el Tri ganó con merecimiento. No hubo robo en la final, pero el camino para llegar ahí fue decepcionante.