Que digan que está dormido…

Jorge Rivera

La Raza del Noroeste

Hay un mexicano en cada rincón del planeta.

Desde Alaska hasta la tierra de fuego, desde el Cabo Buena Esperanza hasta Siberia, se encuentran las tortillas, los tacos y el tequila que trabajadores mexicanos han ido llevando, paso a paso, por toda la tierra; es una verdad conocida por casi todos nosotros.

La calidad del trabajador mexicano está en todo el mundo.

Curiosamente, con el fútbol pasa casi todo lo contrario, y mientras muchos países han hecho de su talento futbolístico un producto de exportación, el número de mexicanos jugando fuera de su país es mínimo, comparado con el tamaño y competitividad de su liga profesional.

Fonseca, Borgetti, Bravo, Pardo, son los apellidos de apenas unos pocos legionarios del fútbol mexicano que salieron, no les gustó o no triunfaron, y regresaron. Desde décadas atrás se conoce tambien el caso famoso del “Jamaicón Villegas”, que sufrió un ataque de “Mamitis”, jugando por su selección en Europa.

Por eso. me sorprendí gratamente, hace un año o dos, cuando leí un reportaje sobre las aventuras de Antonio de Nigris en un país lejano, creo que era Turquía.

Si usted no es mexicano, es posible que no haya oído nombrar a este jugador de Monterrey; incluso si lo es, tiene que haber seguido el fútbol de cerca, porque De Nigris hace mucho tiempo no llenaba primeras planas en los diarios de su país.

De Nigris era un migrante, un futbolista errante, que parecía estar cada dos temporadas en una liga distinta

Pero era un buen futbolista; yo recuerdo verlo jugar (por televisión) con el Once Caldas de Colombia, era alto, delgado y de pelo largo; se perfilaba rápido por el centro de la cancha, jugaba como un “9” de los que salen de atrás, no de los que esperan adelante.

En aquel reportaje, hablaba de lo diferente que era el fútbol en cada país que visitaba, mencionaba que donde estaba ni siquiera practicaban tiros libres, que no había casi trabajo táctico.

Pero el seguía viajando, se seguía adaptando a ser un trabajador mexicano inmigrante, jugó en España, Colombia, Brasil, Turquía y Grecia.

La muerte de un deportista joven es siempre una tragedia, y esta es una que sorprende, porque “Toño De Nigris” o “Tano” como le dicen en México, era un poco diferente, un poco único.

De Nigris regresará a su patria de cuerpo, solamente; y muchos cantarán para él, la tonada ranchera, que despide a los mexicanos que mueren trabajando, lejos de su tierra:

Mexico lindo y querido si muero lejos de tí que digan que estoy dormido y que me traigan aquí

Paz en su tumba, para un futbolista que era inmigrante, como nosotros.