Que digan que está dormido…

Hay un mexicano en cada rincón del planeta.

Desde Alaska hasta la tierra de fuego, desde el Cabo Buena Esperanza hasta Siberia, se encuentran las tortillas, los tacos y el tequila que trabajadores mexicanos han ido llevando, paso a paso, por toda la tierra; es una verdad conocida por casi todos nosotros.

Pero curiosamente, con el fútbol pasa casi todo lo contrario, y mientras muchos países han hecho de su talento futbolístico un producto de exportación, el número de mexicanos jugando fuera de su país es mínimo, comparado con el tamaño y competitividad de su liga profesional.

Fonseca, Borgetti, Bravo, Pardo, son los apellidos de apenas unos pocos legionarios del fútbol mexicano que salieron, no les gustó o no triunfaron, y regresaron. Desde décadas atrás se conoce tambien el caso famoso del “Jamaicón Villegas”, que sufrió un ataque de “Mamitis”, jugando por su selección en Europa.

Por eso yo me sorprendí gratamente, hace un año o dos, cuando leí un completo reportaje sobre las aventuras de Antonio de Nigris en un país lejano, creo que era Turquía.

Si usted no es mexicano, es posible que no haya oído nombrar a este jugador de Monterrey; incluso si lo es, tiene que haber seguido el fútbol de cerca, porque De Nigris hace mucho tiempo no llenaba primeras planas en su país.

De Nigris era un migrante, un futbolista errante, que parecía estar cada dos temporadas en una liga distinta; pero era un buen futbolista; yo recuerdo verlo jugar (por televisión) con el Once Caldas de Colombia, era alto, delgado y de pelo largo; se perfilaba rápido por el centro de la cancha, jugaba como un 9 de los que salen de atrás, no de los que esperan adelante.

En aquel reportaje que menciono, hablaba de lo diferente que era el fútbol en cada país que visitaba, mencionaba que donde estaba ni siquiera practicaban tiros libres, que no había casi trabajo táctico.

Pero el seguía viajando, se seguía adaptando a ser un trabajador mexicano inmigrante, jugó en España, Colombia, Brasil, Turquía y Grecia.

La muerte de un deportista joven (Lea la nota sobre su muerte) es siempre una tragedia, y esta es una que sorprende, porque “Toño De Nigris” o “Tano” como le dicen en México, era un poco diferente, un poco único.

De Nigris regresará a su patria de cuerpo, solamente; y muchos cantarán para él la tonada ranchera, que despide a los mexicanos que mueren trabajando lejos de su tierra.

Mexico lindo y querido

si muero lejos de tí

que digan que estoy dormido

y que me traigan aquí

Paz en su tumba, para un futbolista que era inmigrante, como nosotros.

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