Viviendo con el enemigo

Jorge Ramos

Columnista

Osama bin Laden vivió entre nosotros durante casi 10 años. Y ya era hora de que se fuera.

Nada ha sido igual en desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

Vivimos con miedo por culpa de Osama bin Laden. La frase famosa de Jean Paul Sartre _“el infierno es el otro” – se hizo realidad. Cualquier extraño o extranjero podía ser un terrorista en potencia, y nuestra percepción de los otros cambió. La sospecha se convirtió en norma y hay innumerables casos de discriminación contra árabes por el simple hecho de ser originarios de la misma región del mundo donde nació y creció el líder de al-Qaeda.

Hemos estado viviendo con el enemigo en nuestra casa desde que casi tres mil personas murieron en los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York y en el Pentágono, en Washington. Cuatro aviones fueron empleados como proyectiles. Volar dejó de ser un placer.

Es imposible utilizar los servicios de un aeropuerto en cualquier parte del mundo sin sufrir las tediosas e irregulares revisiones de seguridad.

A veces nos piden que nos quitemos los zapatos, otras no. A veces pasamos por máquinas que nos desnudan digitalmente y otras nos revisan manualmente hasta en los lugares más íntimos de nuestro cuerpo. Y la culpa es de Osama bin Laden.

La palabra “terrorista” se convirtió en el insulto de moda. Los grupos rebeldes que se levantaron contra las dictaduras en Túnez, Egipto, Libia y Siria fueron primero calificados de terroristas. Nada descalifica más a un político en cualquier parte del mundo que ser suave o débil con los terroristas.

Tanto en Estados Unidos como en Europa se surgieron campañas políticas en torno a la figura de bin Laden. El que era más duro contra el terrorista, ganaba. Y no queda la menor duda de que el presidente Barack Obama, con la muerte de bin Laden, tiene la mejor arma para ser reelegido en noviembre de 2012. ¿Qué candidato republicano puede jactarse de estar mejor capacitado que Obama en temas de seguridad nacional cuando el actual presidente pudo capturar y eliminar al principal terrorista del mundo?

Bin Laden es culpable del estallido de cuando menos dos guerras. La de Afganistán – justificada – para derrotar al régimen Talibán que dio refugio y apoyo logístico a los terroristas de al-Qaeda. Y la de Irak – absolutamente injustificada – en la que el ex presidente George W. Bush inventó la existencia de armas de destrucción masiva que nunca existieron, y en la que se equiparó, equivocadamente, al líder iraquí Saddam Hussein con Osama bin Laden.

Miles de soldados y civiles han muerto como consecuencia de la búsqueda de bin Laden. Decenas de periodistas han caído en su intento de reportar lo que ocurre en las zonas de guerra.

Mi vida, como la de millones de personas, cambió por culpa de bin Laden. Viajé en auto de Miami a Nueva York después de los ataques en 2001, cubrí las guerras en Afganistán y en Irak, y he pasado una buena parte de mi vida profesional hablando de terrorismo.

Recuerdo perfectamente la caída de la segunda torre en Nueva York. Durante años, pensé en ese momento, estaré obligado como periodista a cubrir las repercusiones de esta noticia. Mi hijo Nicolás apenas tenía tres años, y me entristeció profundamente que tuviera que vivir en un mundo aterrorizado.

Todos perdimos un poco de ingenuidad por culpa de bin Laden. La canción de moda en esos días de septiembre del 2001 era “Beautiful Day” (Es un día hermoso) del grupo U2, y un famoso académico norteamericano hablaba del “fin de la historia”. Después de los ataques terroristas no hubo días hermosos y nos enteramos de que la historia apenas comenzaba.

El fin de Osama no es el fin del terrorismo. Pero Estados Unidos, con su poderío militar y extraordinarias capacidades de espionaje, ha enviado un mensaje muy claro a otros terroristas: nadie, ni Osama bin Laden, está a salvo de su largo brazo. Y ni siquiera un presidente como Obama, quién ha ganado el Premio Nobel de la Paz, se resistió a dar la orden de dar muerte a un terrorista como bin Laden.

En su momento, Bush prometió capturar a bin Laden vivo o muerto.

Obama lo consiguió e identificó este episodio con una frase: “Se ha hecho justicia”.

Llevamos una década viviendo con el enemigo.

Osama bin Laden viajó con nosotros, comió con nosotros; nos vio llorar, nos preocupó y literalmente destrozó miles de vidas.

Hoy, con tristeza y coraje, pienso en todo el tiempo que perdimos por su culpa. Mi vida y las de ustedes, sin la menor duda, hubieran sido otras (y mejores) sin él.