Amar a un maltratador

Ramón Clériga

Agencia Reforma

Muchas personas se sorprenden de sus reacciones psicológicas. Los individuos que han padecido una depresión, a menudo se asombran cuando recuerdan que han pensado en matarse, y los pacientes que se recuperan de graves trastornos psiquiátricos se quedan atónitos al recordar sus síntomas y conductas durante el episodio. Un paciente con trastorno bipolar decía: “No puedo creer que pensara que puedo cambiar el tiempo mediante telepatía”. La reacción común es: “¡No puedo creer que yo hiciera eso!”.

Otras de las personas sorprendidas son las que han estado involucradas en relaciones abusivas, cuando la relación termina dicen cosas como: “no sé por qué, pero quiero que vuelva” o “se qué suena a locura, pero extraño sus…”.

Así, amigos y familiares se quedan aún más sorprendidos cuando ven el regreso de un ser querido a una relación abusiva. Pero la situación, ¿tiene sentido desde un punto de vista psicológico?, la respuesta es sí, por la compulsión a repetir que popularmente se equipara al “más vale malo por conocido que bueno por conocer”.

Un Poco de historia

En 1973, dos delincuentes armados entraron a un banco en Estocolmo; empuñando su arma, un expresidiario dijo a los aterrados empleados: “La fiesta acaba de empezar”. Los atracadores tomaron cuatro rehenes, tres mujeres y un hombre y durante las 131 horas siguientes, los rehenes permanecieron atados con dinamita en una cámara blindada del banco hasta que finalmente fueron rescatados cinco días después.

Tras su rescate, los rehenes mostraron una actitud peculiar, si tenemos en cuenta que los habían amenazado, maltratado y temieron por sus vidas durante días. Ante la prensa fue evidente que apoyaban a los secuestradores, temían a los policías que fueron a su rescate y externaron que habían llegado a pensar que los secuestradores estaban en realidad protegiéndoles de la Policía.

Una de las mujeres mantuvo después una relación con uno de los criminales y otra creó un fondo para ayudar con los gastos de la defensa. Evidentemente, los rehenes habían creado un vínculo emocional con sus secuestradores.

Las ataduras Invisibles

El vínculo emocional con el maltratador es una estrategia de supervivencia para víctimas de abuso e intimidación. El síndrome de Estocolmo en situaciones de secuestro o abuso es tan conocido en estos tiempos, que los negociadores no lo ven como inusual.

De hecho, a menudo se promueve porque aumenta las oportunidades de supervivencia de los rehenes. Por otro lado, implica que los rehenes que lo experimentan no cooperarán mucho en el rescate o el proceso judicial. Una gran parte de los profesionales del ámbito legal reconocen desde hace tiempo este síndrome en mujeres maltratadas que se niegan a presentar cargos, pagan las fianzas de sus maridos o novios e incluso atacan físicamente a los policías que llegan para rescatarlas de un ataque violento.

El síndrome de Estocolmo puede también encontrarse en relaciones familiares o sentimentales. El maltratador puede ser un marido o esposa, novia o novio, padre o madre y cualquier otro rol en el que el maltratador esté en una posición de autoridad.

Es importante conocer los componentes del síndrome relacionados con las relaciones abusivas y controladoras. Una vez que este se comprende, es más fácil entender por qué las víctimas apoyan, “aman” masoquistamente e incluso defienden a sus maltratadores.

Varios de estos rasgos están presentes: sentimientos afectuosos de la víctima hacia el abusador/controlador. Sentimientos hostiles de la víctima hacia familiares, amigos o autoridades que tratan de rescatarlos o apoyarlos en su liberación. Apoyo a las conductas y sentimientos del abusador. Sentimientos de conmiseración del abusador hacia la víctima. Conductas de apoyo de la víctima, a veces ayudando al abusador. Incapacidad para llevar a cabo comportamientos que podrían ayudarla en su liberación o desapego.

Al considerar cada situación, podemos entender cómo el síndrome de Estocolmo se desarrolla en las relaciones sentimentales, así como en situaciones de cautiverio, que desde luego, requieren de atención especializada.

El síndrome de Estocolmo no ocurre en toda situación de secuestro o abuso, pero se ha visto que cuatro condiciones están presentes y sirven como base del desarrollo de este tipo de relación.

Estas cuatro situaciones pueden encontrarse en casos de secuestro, abuso severo y relaciones abusivas: La percepción de una amenaza a la supervivencia física o psicológica y la creencia de que el abusador llevará a cabo la amenaza. La percepción de cierta amabilidad del abusador hacia la víctima. Ausencia de un punto de vista diferente al del abusador. La percepción de la incapacidad de escapar de la situación. Se dice que el hombre es la única especie capaz de tropezar dos veces con la misma piedra.