Cuando rascarse se vuelve obsesión

Olivia Guzón

Agencia Reforma

Daniela, de 23 años, es una joven alta y delgada, hace ejercicio, es excelente alumna y la hija modelo. Pero tras pantalones y blusas de manga larga esconde un secreto: sufre de rascado compulsivo.

“Me rascaba inconscientemente en las noches, al grado de despertarme porque me lastimaba y dejaba mi pijama y sábanas manchadas de mucha sangre”, cuenta la joven, quien a raíz del estrés comenzó a rascarse las piernas.

Si como Daniela sufres de comezón, inflamación en la piel incluso laceraciones o cicatrices, entonces puede ser que tu problema sea, como en su caso, tanto físico como psicológico.

De acuerdo con Carlos Augusto López, director del Centro de Apoyo Psicoterapéutico, entre el 20 y 30 por ciento de los pacientes acude al centro por problemas de ansiedad y de éstos 1 de cada 10 presenta desórdenes como rascarse, comerse las uñas o arrancarse el cabello.

Si bien, el rascado compulsivo puede ser un síntoma de otras enfermedades, como diabetes, tumores, problemas en la glándula tiroides o en el riñón, también es una manifestación psicológica que involucra rasguñarse, rascarse, picarse o levantarse la propia piel con los dedos o herramientas.

Cuando el rascado se vuelve algo crónico es conocido también como dermatitis nerviosa, escoriación neurótica o dermatilomanía. En estos casos el rascado puede llevar a producir daños severos en el tejido, cicatrices y hasta infecciones.

“Se vuelve un círculo vicioso”, señala Jorge Moreno, miembro de Comité Científico de la Fundación Mexicana para la Dermatología, “porque entre más se rascan, más comezón les da”.

Y es que al rascarse, explica el dermatólogo, se produce una inflamación en la piel que la va engrosando hasta crear una banda de inflamación debajo de ella, misma que libera sustancias que aumentan la comezón en el paciente.

Causas y

consecuencias

Expertos indican que la causa primaria de la comezón es comúnmente una enfermedad de la piel, por eso es recomendable antes de buscar ayuda psicológica, visitar primero a un dermatólogo.

Físicamente, detrás del rascado compulsivo está la dermatitis atópica, una enfermedad provocada por un desequilibrio inmunológico, que da lugar a una respuesta inflamatoria exagerada en la piel y por lo tanto comezón.

“Esto se agrava con la depresión y el estrés porque las áreas del cerebro que hacen que dé comezón están muy cerca de esas áreas”, explica Moreno, “por eso para algunos el rascarse da una especie de alivio mental o placer”.

Sin embargo, así como la depresión, el estrés o la ansiedad pueden ser un síntoma del rascado, también pueden ser la causa.

“Este tipo de cuestiones se disparan por ansiedad en personas que son más vulnerables al estrés y utilizan estos mecanismos para lidiar con estos estímulos nerviosos”, dice López.

A nivel psicobiológico, otra posible causa puede ser un desequilibrio de serotonina en el cerebro, un neurotransmisor que interviene en la inhibición del enfado, la agresión, la temperatura corporal, el humor, el sueño, el vómito, la sexualidad y el apetito.

La comezón severa puede convertirse en una obsesión con reacciones emocionales, ya que a largo plazo las consecuencias del rascado comienzan a ser visibles y con ellas llega cierto complejo.

“Llegó el momento en que me molestaba mi imagen frente al espejo y evitaba usar faldas cortas, shorts, o blusas que mostraran mi espalda”, narra Daniela.

A la larga, esto afecta las relaciones sociales de los pacientes, quienes pueden rehusarse a convivir con otras personas por miedo a que noten su nerviosismo o para evitar comentarios sobre su condición.

“Asumen que los demás se van a dar cuenta de que están nerviosos o les van a decir algo, lo que hace que se pongan más nerviosos”, explica el psicólogo, “es un círculo que nunca acaba”.

El tratamiento

Los tratamientos para detener el rascado compulsivo pueden involucrar tanto cuidados médicos como terapia psicológica.

“Se utiliza terapia cognitiva conductual para ayudar a la persona a que se haga consciente de esta serie de impulsos y ayudarla a manejar la ansiedad”, explica el psicólogo.

Esta terapia se centra también en cambiar el hábito nocivo por uno saludable, como hacer ejercicio, actividades de relajación o métodos de respiración.

Cuando el desorden está relacionado a un desequilibrio de serotonina, un médico puede indicar el uso de antidepresivos.