Sí, que los padres se involucren

Los cambios son juego limpio, especialmente cuando se trata del éxito académico de los estudiantes.

Así pues, tras varios años de concentrarse en las normas para mejorar los programas de formación de maestros y el desempeño de los maestros en el aula, es justo que el foco se centre en los padres.

Según Education Week, se está comenzando a utilizar, en varios distritos escolares, una nueva herramienta para medir la calidad de la relación padres-escuela.

Harvard University y SurveyMonkey, una empresa de encuestas en Internet, crearon un cuestionario para padres con 71 preguntas tales como “¿Con qué frecuencia tiene Ud. una reunión personal en la escuela, con los maestros de su hijo/a?” y “¿Con qué frecuencia tiene Ud. conversaciones con su hijo/a sobre lo que está aprendiendo en la escuela?”

El objetivo es medir la participación de la familia y la comunidad, y recoger datos que determinen lo que piensan los padres sobre la eficacia de la escuela. En algunos casos, se utilizará la información para cumplir con requisitos de la subvención federal Carrera hacia la Cima.

Cómo me gustaría que en estos distritos piloto, se requiriera que todos los padres hicieran la encuesta (o la escuela arriesgara perder los fondos) y después se les diera un boletín de calificaciones, que se exhibiera en el sitio Web del distrito, debajo de sus fotos.

Sé que estoy soñando. Pero, ¿qué tal si los puntos de esos boletines para padres pudieran sumarse en forma tal que pudieran compararse de escuela a escuela y de distrito a distrito? ¿Y qué si, así como el gobierno compara el desempeño académico de las escuelas mediante sus propios boletines dándoles calificaciones según el progreso o reprobándolas si fracasan, se hiciera lo mismo con las comunidades?

Podría lograrse que alguna gente, avergonzada, prestara más atención a lo que está pasando en las escuelas de sus hijos. O podría cuantificarse lo que, en mi opinión, es el principal problema que impacta la calidad de la educación en las escuelas públicas: la falta de apoyo a los estudiantes en la casa.

Como ex maestra, siempre estoy lista para criticar a maestros perezosos y administradores ineptos por el fracaso del sistema educativo de los Estados Unidos. Pero también estoy ansiosa por colocar la culpa de gran parte del mismo donde debe estar: en los padres.

Mi estadística preferida para contrarrestar el mito popular de que el único determinante del éxito académico es la calidad del maestro proviene del estudio de David C. Berliner titulado “Pobreza y potencial: Factores externos a la escuela y el éxito escolar”.

En él, Berliner señala que “los estudiantes estadounidenses pasan unas 1.150 horas despiertos, al año, en la escuela versus unas 4.700 horas despiertos, al año, con sus familias y en sus barrios.”

Pueden dividir esas horas de la manera que quieran, pero los padres son responsables de la calidad del tiempo que sus hijos pasan fuera de la escuela y deben entender que tienen también la responsabilidad de, por lo menos, un tercio de las horas académicas (mientras que los maestros y los alumnos tienen la responsabilidad del resto).

Dejo a los que gustan de utilizar los males de la pobreza para explicar por qué los niños pobres y pertenecientes a minorías tienen peor desempeño en la escuela para que se peleen con los que exigen que todos los maestros sean brillantes educadores, animadores, consejeros de vida y trabajadores sociales.

Pero en lugar de encontrar el perfecto culpable de los defectos de nuestro sistema educativo, ahora –cuando se están llevando a cabo reformas sustanciales en toda la nación– es el momento ideal para centrar la atención sobre los padres.