Forma niños bien valientes

Georgina Montalvo Carrasco

Agencia Reforma

Si el niño es berrinchudo, “hay que llevarlo al psicólogo”; si no convive con sus amigos, “hay que llevarlo al psicólogo”.

Antes de pedir ayuda al psicólogo o al psiquiatra, Lou Reid, autora de “Cómo Curar la Ansiedad en los Niños”, de Editorial Sirio, sugiere a los padres intentar una serie de ejercicios, según la edad y el problema que manifieste el pequeño o pequeña, para ayudarle a controlar su ansiedad.

“Como es imposible evitarle al niño todas las situaciones que pudieran provocarle ansiedad, hay que enseñarle a lidiar con ella de la mejor manera posible”, sugiere la psicoterapeuta.

Ante cualquier cambio en la conducta o en los hábitos, indica Gabriela Soulé, licenciada en educación especial, recomendaría observarlo por un periodo de dos semanas, porque si tuvo algo que le generó ansiedad, en esos días lo va a poder procesar.

“Pero si vemos que después de ese tiempo el niño persiste con las molestias o se exacerban, entonces sí es necesario acudir con un psicólogo o psiquiatra”, agrega Soulé.

La ansiedad se puede definir como el miedo que se tiene ante una situación real o desconocida.

Por eso las reglas básicas para disminuir la inquietud en los niños consisten en ofrecerles un entorno seguro y tranquilizador”, refiere Reid.

En niños ansiosos, su inquietud está generalmente relacionada con la carencia afectiva de parte de sus padres, pues ellos son el primer anclaje que tienen con la realidad y quienes le pueden proveer seguridad, dice Soulé, directora de Fundación Umbral.

La ansiedad se manifiesta de diferentes maneras, dependiendo de la edad que tenga el menor.

Un bebé, por ejemplo, sólo la puede expresar a través del llanto.

En este caso, los padres pueden abrazarlo para tranquilizarlo y proveerlo de seguridad.

Cuando los pequeños ya hablan se puede recurrir a dibujos para ayudarles a calmar la ansiedad.

Una sugerencia es pedirle que dibuje al monstruo que los asusta por las noches, meter el dibujo en una caja, sellarla y guardarlo en un sitio que ellos decidan.

El objetivo, explica Soulé, es enseñarles que pueden tener el control sobre eso que les provoca ansiedad, y si los está haciendo sufrir, deshacerse de ello.

A los más grandes ya se les puede pedir que reflexionen sobre lo que les provoca miedo y que decidan si es conveniente o no seguir alimentándolo.

“De no ayudarles a manejar la ansiedad, podemos tener niños con baja tolerancia a la frustración y, a la larga, adultos neuróticos que no encuentran fácilmente solución a los problemas”, advierte Soulé.

Los padres, por ser la primera referencia de los niños que los “ancla” con la realidad, son los indicados para proveerles las herramientas necesarias para sortear la ansiedad.

Los niños deben enfrentarse a este mundo imperfecto y desarrollar su propia sensación de identidad y seguridad.

“Hay que enseñarles a protegerse y a defenderse, a realizar compromisos, a desarrollar confianza en sí mismos y en los demás, a reconocer los límites, a crearse referencias funcionales y a adquirir cierta autonomía”, señala Reid, quien en su libro ofrece diversos ejercicios que los padres pueden poner en práctica para ayudar a sus hijos en el manejo de la ansiedad.

“Si estas herramientas no son suficientes o las cosas siguen igual, sí es recomendable que los padres recurran con un experto para recibir un diagnóstico especializado”, agrega Soulé.

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